Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

33 razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común II. La codicia . La codicia es el deseo exagerado de riqueza o de bienes. Entre los antiguos griegos la riqueza no se consideraba un fin fundamental de la vida. Mucho más importante era tener la libertad de poder compartir, conversar, con la gente de la ciudad. A eso se debe también que en la antigüedad se desarrollara un concepto tan alto de la amistad. El mundo no ha sido siempre igual a como es ahora. En nuestro mundo se identifica el bienestar con la posesión de gran cantidad de bienes. Vivimos en una sociedad que vive dependiente de los artefactos que aumentan el confort o el goce del cuerpo. La obsesión con tales bienes de mercado crean, no sólo la falsa necesidad de esos artefactos para el falso bienestar, sino también la necesidad del dinero para obtenerlos. El sistema desarrolla un sujeto consumista, hasta el punto de que el consumismo se transforma en una forma de adicción que aprovecha el capital para mover la economía y la producción. En parte, por ese cambio en los fines de la vida se desprestigió también el concepto de virtud, esa fuerza del carácter que hace que el hombre se mantenga en dirección correcta hacia la vida buena. La buena conducta se fue identificando con las cualidades que hacen viables la obtención del dinero, como la puntualidad, el ahorro, la laboriosidad, la disciplina laboral, la planificación, la productividad, la inversión inteligente, la visión financiera, la capitalización, la amortización del capital. Se convirtió la codicia organizada en virtud. La conducta eficiente en el empleo y en los negocios se identificó con un modelo de hombre ideal. Es la ética del homo economicus, el hombre económico o economicista, que vive para trabajar, trabaja para obtener dinero, redobla el trabajo para aumentar la ganancia, y los beneficios los consume en la oferta inagotable del mercado. Poco tiene que ver ese concepto del hombre con la excelencia de la conducta moral que libera al hombre de la esclavitud de sus deseos. Justamente practicar la ética de la libertad verdadera sería un peligro sangrante para la sociedad que adinera al individuo para venderle el objeto de su deseo. III. La indiferencia social . La conducta ética y cristiana se distingue por reflejar o proyectar las virtudes en el trato con los

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