Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

78 actas del segundo congreso católicos y vida pública claramente desde el Romanticismo, al nihilismo, a medida que se destruye el sentido común. En contraste, el pensamiento católico se asienta en presupuestos naturales originarios. El primer problema consiste, pues, en que el pensamiento católico moderno se mueve, por la fuerza de las cosas, entre dos posiciones contradictorias: su fidelidad al orden natural en tanto creado y la influencia de la nueva forma de orden artificial que se postula. Esto se percibe muy bien, contrario sensu, en las diatribas del pensamiento moderno contra el aristotelismo y la escolástica, como conditio sine qua non para su propia afirmación. Recuérdense simplemente las actitudes a este respecto de los dos grandes fundadores de la filosofía moderna: Descartes, pensador sinceramente católico, y Hobbes, pensador protestante de trasfondo calvinista. Por supuesto, tiene la mayor importancia el hecho de que el pensamiento protestante aceptase más fácilmente la nueva actitud racionalista, pues ese pensamiento ha dominado la cultura moderna y contemporánea, lo que permite entender muchas cosas, como ha observado entre otros MacIntyre. Las cosmovisiones, la forma de percibir la realidad, se asientan en la visión que se tenga del orden universal. Esta es fundamental para orientar el pensamiento y la conducta. Me parece que E. Voegelin ha dicho lo sustantivo al respecto. Y la gran cuestión moderna es el abandono más o menos inconsciente de la concepción del orden universal como un orden natural sustituyéndola por una concepción artificial. Antiguos y medievales pensaban en función de la creencia en la realidad del orden natural de las cosas; de ahí su método o modo de conocimiento. Por supuesto, no es indiferente que se trate de un orden natural increado como el pagano o grecorromano, o de un orden natural por creación como el cristiano. El pensamiento cristiano se inserta en la visión de un orden creado por un Dios transcendente, es decir, fuera del universo, que no necesita del universo y es anterior a Él. Sólo por eso, la filosofía cristiana supuso un giro radical frente a la antigua, aunque adoptase la griega como punto de partida, siendo griegas sus categorías, por lo que, de acuerdo con Heidegger, a pesar de que el mismo escriba que decir filosofía cristiana es como decir hierro de madera, la filosofía cristiana es auténtica filosofía. La diferencia estriba en que se apoya en otra idea del orden. Seguramente von Balthasar diría que, precisamente por eso, es más filosófica que la griega.

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