Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

79 razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común Pero en el momento actual el problema no es la distinción entre orden natural increado o creado. Lo decisivo es ese paso de una visión natural del orden a una visión artificial del mismo, es decir, a la creencia en que el hombre puede crear su propio orden, y, por vía de consecuencia, que el orden es algo aleatorio o moldeable. Aunque la concepción moderna, sin perjuicio de su peculiar “giro copernicano”, es continuación, como todo, de la filosofía, el pensamiento y la cultura medievales, sin embargo, tiene una mayor impregnación de categorías griegas según la visión del Renacimiento, es decir, con una perspectiva entre estoica y platonizante. 2. El bien común político Con la modernidad el concepto de bien común se separó de la tradición aristotélico-tomista. Aparecieron una gama de posiciones, entre el liberalismo de base individualista (el bien de la sociedad cede ante le bien de la persona) y los colectivismos (la sociedad es una entidad propia, con un bien colectivo, distinto y superior al de los ciudadanos). El bien común es “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten, ya sea a la colectividad como así también a sus miembros, alcanzar la propia perfección más plena y rápidamente” (Pontificio Consejo Justicia y Paz, 2005, n. 164). El Concilio Vaticano II afirmó que la persona es el sujeto, raíz, el principio y fin de toda vida social y de todas las instituciones sociales. Juan Pablo II desarrolló la tesis de que la persona es naturalmente social, no solo por necesidad, sino por plenitud ontológica, que es difusiva y que hermana a todos los hombres. En “Sollicitudo Rei Socialis” propuso la articulación entre solidaridad y bien común, n. 38. “Caritas inveritate”hadadounnuevo impulsoconsiderando el bien común como principio ordenador de la vida económica y de las relaciones entre el mercado, el Estado y la sociedad civil (n. 39). La introducción de la lógica del don no sólo en la sociedad civil, sino también en el mercado y el estado, abre nuevos horizontes (n. 46).

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