Razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común

93 razones para la esperanza: solidaridad, subsidiariedad y bien común poder posible, todos los bienes de consumo posibles, todo el dinero posible para adquirir esos bienes de consumo), el hombre se destruye, nuestras sociedades se mueren, de pura vejez, en el sentido negativo de la palabra vejez: nuestro corazón envejece. Pero semueren físicamente también. Europa semuere a chorros, porque le falta la alegría suficiente para transmitir la vida como un don precioso. Porque, si todos terminamos viviendo para sostener la economía, todos somos una especie de colección de esclavos. De esclavos felices, eso sí. Esclavos distraídos. Esclavos que tienen, además, la enfermedad de creerse que viven en el mejor de los mundos posibles. Pero esclavos de la economía. Esclavos del tener más, del poseer más, aun al precio de ser cada vez menos, de poder gozar cada vez menos de la vida, de poder amar cada vez menos la vida y las personas que tenemos cerca; de poder amarnos cada vez menos a nosotros mismos, que es el colmo del desamor. Y, sin embargo, eso sucede todos los días delante de nuestros ojos. En ese sentido, inyectar simplemente dinero (un amigo mío emplea una imagen muy simple: si un depósito de gasolina está agujereado, lo último que se le ocurre a una persona inteligente es echarle más gasolina) es absurdo, y, sin embargo, eso es lo que llevamos haciendo (y llevan haciendo todos los gobiernos del mundo que viven la crisis, por lo tanto, del mundo occidental) desde que hay conciencia de la crisis: meter gasolina y gasolina en un tanque agujereado. El papa Francisco, lo que trata de decirnos, es dónde están los agujeros y cómo hay que taparlos. Y sólo entonces podrá haber una economía plenamente humana. Y eso significa algo que suena escandalosísimo, y que muy pocas personas han venido diciendo durante estos años, y que parecíamos siempre lunáticos, o utópicos espiritualistas: la vida económica no puede estar regida simplemente por las leyes económicas, tiene que estar regida por las leyes de una humanidad buena. Es decir, no es el ser humano el que tiene que estar al servicio de la economía, sino que es la economía la que tiene que estar al servicio del ser humano. Pero, para eso, hay que saber qué es una vida humana buena. Y nosotros, los cristianos, tenemos la

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