Familia: Identidad, Retos y Esperanza

19 familia: identidad, retos y esperanza sencillo y natural para el futuro de la persona, si es que se puede hablar así, se está convirtiendo en lo más complejo y artificial. La sensación generalizada es que las modernas pedagogías y corrientes de la psicología invierten tiempo y dinero en la sustitución del sentido común, en ocultar las vergüenzas de los agujeros que nos han dejado quienes han vaciado al hombre de humanidad; al padre, de paternidad; y a la madre, de maternidad. Decía G. K. Chesterton, profeta del hombre, del matrimonio y de la familia que “cuando la familia fracasa, tenemos obligación de intentar suplirla con buenos sustitutivos, como los orfanatos. Pero nuestras mejores instituciones sustitutivas son, respecto de la familia, lo que un corazón artificial respecto de un corazón auténtico. Puede que funcionen. Incluso puede que funcionen mucho tiempo. Pero nunca serán tan buenas como aquello a lo que sustituyen”. Lo curioso y sintomático es que los sustitutivos de la maternidad y de la paternidad no funcionan. Tengamos en cuenta, por ejemplo, que, según una prestigiosa agencia de opinión, en España, la Fundación La Caixa acaba de presentar el último documento de su Colección de Estudios, de título “Monoparentalidad e infancia”. “A menor escala, y con otro enfoque, explora los mismos vínculos entre familias fracturadas y pobreza que muestra el informe Breakdown Britain. Según el estudio, la tasa de riesgo de pobreza en familias monoparentales es del 40%, aproximadamente el doble que en el caso de familias con ambos padres; que de 1991 a 2001 los hogares formados por padre o madre solos con sus hijos aumentaron un 135%, o que el riesgo de fracaso escolar es más alto en los hogares con un solo progenitor”, leemos. Acaba de publicarse un libro de Salvador Giner, titulado “El origen de la moral. Ética y valores en la sociedad actual” Península, Barcelona, 2012. La primera frase del libro, ya en el prefacio, es elocuente. “El torcido fuste de la humanidad no lleva trazas de enderezarse. Tampoco parece que los tiempos lo permitan. Cuando el filósofo afirmó que nuestro fuste moral estaba torcido, soplaban brisas que henchían de esperanza a muchos. Pensaban que algún día se alzaría por fin, enderezado y enhiesto. Rodeado tal vez de paz perpetua.

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