Creer y actuar para renacer

32 actas del sexto congreso católicos y vida pública alguna” 21 . Merece la pena poner en relación estas palabras con las dos últimas voluntades contenidas en el testamento de Alonso Quijano. La primera es la advertencia para la sobrina: que no case hombre aficionado a los libros de caballerías, y si lo hace, quedara desheredada. En segundo lugar, la petición de perdón a Avellaneda, el impostor, para reivindicar de forma definitiva su verdadero don Quijote. Rebatir la obra del falsario Avellaneda forma parte del propósito negativo de la obra cervantina, de su invectiva contra los libros de caballerías. Ahora bien, no se han de olvidar estos otros dos propósitos de signo positivo: el que va puesto en el prólogo del libro, a saber, engendrar “el libro más hermoso, el más gallardo y discreto que pudiera imaginarse” (Prólogo, 9), y el indicado al comienzo de la segunda parte, esto es, dar a los lectores una tal historia “del más gustoso y menos perjudicial entretenimiento (...), porque en toda ella no se descubre ni por semejas una palabra deshonesta ni un pensamiento menos que católico” 22 . la “misión” del papa francisco Volvamos ahora la mirada al inicio del ministerio del nuevo “obispo de Roma, sucesor de Pedro”. Estos dos son los títulos papales que utilizo Francisco en su primera homilía, el 19 de marzo, coincidente con la solemnidad de S. José, esposo de la Virgen María y patrono de la Iglesia universal, y con el onomástico de su predecesor. En la homilía inaugural de su ministerio, el nuevo papa tomo como motivo central de su predicación la figura de S. José, custodio de María y de Jesús, y también –como nos recordó S. Juan Pablo II– custodio y protector de la Iglesia, el cuerpo místico de Cristo. Al examinar como ejerció y vivió José su vocación de custodio de María, de Jesús y de la Iglesia, en la discreción, en la humildad, en el silencio, con una fidelidad y una disponibilidad total al proyecto de Dios, Cristo aparece como el centro de la vocación cristiana. Ahora bien, esta idea se deja prolongar en una dimensión que antecede y que es simplemente humana: custodiar la belleza de la creación y custodiar a la 21 Ibd., Lib. II, cp. LXXIIII, 1337. 22 Ibid., LIb. II., cap. I., 654.

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