Cristianos en salida, santos del presente

80 actas del vii congreso católicos y vida pública que trabajan en el servicio de la caridad de la Iglesia. Afirmaba: El programa del cristiano –el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús– es un corazón que ve. Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia ( Deus ​ Caritas est , n. 31b). El «segundo ojo», el «corazón que ve» o el discernimiento se trata de la misma realidad, esta capacidad de leer la realidad con los ojos de Dios. Que nadie piense que tener un centro, que amar nuestro centro sea algo malo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lev 19,18). El amor por uno mismo no es, en principio, algo malo. Existe un amor a uno mismo que es bueno, que construye; hay otro que nos separa de los demás, de las periferias. Esto ya se ha visto en el rico Epulón. Esta es la realidad de muchos: no darse cuenta, no ver las periferias y no querer ver la realidad desde estas periferias, en una palabra, no poseer este «corazón que ve», porque resulta más cómodo vivir en nuestro centro y ver las cosas desde este. Entonces, ahora habría que preguntarse ¿Cómo se puede llegar a las periferias y, más importante aún, cómo pueden verse? Saliendo de nuestro centro. No es solo una cuestión política o social. En juego está nuestro corazón, nuestra decisión de salir y ponernos en camino, como Abrahán o como Ulises en su viaje. b. Cristo, Dios alcanza las periferias, el Kyrios ¿Quién ha realizado esto de alcanzar las periferias de una manera perfecta? ¡Cristo! Cristo es el HOMBRE. ¿Cómo vivió Cristo su “centro” y cómo alcanzó las periferias? S. Pablo lo dice en la Carta a los Filipenses: Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango –de sí mismo– y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=