El desafío de una educación solidaria

138 actas del viii congreso católicos y vida pública sus manos, singularmente en su criatura humana en la que se deleita y ha puesto sus complacencias (Pr 8, 31). También nos ha quedado claro que el origen de la experiencia mística es Dios mismo en su afán de revelarse, salir de sí y darse. También Dios es el contenido y la meta de toda la mística, aún de las corrientes no cristianas, porque es Él el «Dios y Padre de todos, que está sobre todos por todos y en todos.» (Ef 4, 6). De ahí que el libro místico por excelencia sea la Biblia y que el paradigma y modelo de la mística sea Jesucristo, no por lo que oculta, sino por lo que revela. «En Él reside toda la plenitud de la Divinidad de manera corporal» (Col 2, 9). Y, como él mismo afirma, todo lo que ha visto y oído de Dios Padre nos la ha dado a conocer (Jn 15, 15). De tal manera que los místicos cristianos no estamos ante un misterio por descubrir sino ante un regalo para recibirlo, adueñarnos de él, disfrutarlo y comunicarlo. Además, son la Escritura y la persona de Cristo las instancias para discernir y calificar todo experiencia mística. En este aspecto santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz son maestros de la mística porque lo que hacen con su testimonio y escritos es mostrarnos cómo se vive la Palabra de Dios y la comunión con Cristo en ambientes y contextos diferentes a los de la comunidad cristiana primitiva y demuestran que vivir la comunión íntima con Dios es un regalo que se da a la criatura humana en todos los tiempos, circunstancias y culturas. Por eso se dice que sus enseñanzas son evangelio desleído , es decir vivido de tal manera que se hace accesible a todos. En el aspecto mistagógico educativo podemos decir que es perfectamente viable hablar de un modelo educativo anclado en la mística en cuanto, según lo que hemos reflexionado, es el modelo en el que todos nos movemos, pues Dios no ha dejado de ser el educador de su pueblo, los animadores y conductores concretos de esa educación no dejamos de estar movidos por el Espíritu de Dios y que es el mismo Dios el que actúa permanentemente educando a cada persona en desarrollo de aquella feliz profecía de Jeremías:

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