El desafío de una educación solidaria

36 actas del viii congreso católicos y vida pública pide consejo? ¿Me gustaría que me lo pidieran? ¿Alguien se sacrifica por mí ahora? ¿Procuro dar ejemplo a alguien en concreto? Si una persona no ha logrado adquirir en su paso por los tres niveles de la enseñanza primaria, secundaria y universitaria, las competencias de comunicar, pensar y servir, podemos concluir que se ha obturado su camino natural hacia la felicidad puesto que, en mi opinión, ser feliz consiste precisamente en ejercer el propósito racional de cualquier existencia esto es, el servicio. Esta es una conclusión antropológica, no sentimental. Si no lo entiendo ¿lo voy a preguntar? Si no sirvo a nadie no puedo ser feliz: mi existencia es un “sin sentido” A estas alturas de la exposición, me parece que debería decir algo acerca de la felicidad. Esta parte espero que sea más breve para cumplir con las expectativas del paciente “escuchador”, y con los planes de la organización Se supone que iba a hablar de Educación para la felicidad, pero en realidad loqueme resultamás fácil esdecirquées educarpara la infelicidad, que en mi opinión (y en cierto modo experiencia) es lamentablemente lo que más abunda. Se educa para el “vale todo” de la competencia, para la productividad “a cualquier precio”, para el consumo “insano” y a la vez para el ahorro “codicioso”, para la astucia y la simulación (y no me refiero a las artes escénicas), se educa para el miedo y el cumplimiento (palabra que al parecer proviene de “cumplo” y “miento”) y tantas otras. Voy a decir rápidamente la conclusión a la que espero llegar en el escaso tiempo de la presentación que me resta: La consideración más a mano que todos tenemos al alcance, (aunque haya que entrenarse, y con entrenador, que es precisamente el coach ), es que para ser feliz hay que olvidarse de que uno existe. Esto es un hallazgo anciano de la Psicología: es sabido que el órgano sano no da razón de sí, no se queja: cuando uno se divierte, el tiempo pasa sin darse cuenta… en cambio, cuando nos duele una muela, o la cabeza o nos preocupa el resultado de una biopsia que nos van a entregar en unas horas, o el de un examen en el que me juego aprobar año, el tiempo parece que no transcurre, el reloj se ha detenido, se ha malogrado. El dolor es la queja del cuerpo, es la alarma de que algo está funcionando mal. Puede parecer inhumana la consideración expuesta, pero no lo es, pues resulta evidente deducir que yo, cada uno,

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