El desafío de una educación solidaria

84 actas del viii congreso católicos y vida pública enseñar a querer. educación de la voluntad Educar la voluntad o la libertad no es posible si no está fundada en la verdad. La libertad absoluta en que se apoya la ideología de género, basada en el existencialismo sartriano de Beauvoir, es imposible y destructiva. La única libertad posible es la de la libre aceptación y potenciación del propio ser. Esa potenciación es la educación en virtudes, las mejores “competencias” que cabe educar. Educar, pues, las virtudes propias del genio femenino que son también, prudencia, justicia, fortaleza y templanza, pero con connotaciones femeninas: Su sentido de la justicia, como vimos, es más concreto y real, no tan ideal y abstracto como el del varón; entonces, eduquémosla así, sin perder su complementación, eduquemos su potencial de fortaleza y templanza haciéndola dueña de sus sentimientos. Prioritario el papel de la familia, en los primeros años sobre todo, y también de la escuela, en primaria, secundaria, en la universidad. Autoeduquémonos,puesnos faltavoluntadparacumplir loscompromisos, y constancia. Fundamental e importantísimo el ejemplo que demos. Educar en la espera, saber decir “no”, paciencia ante la “rapidación”. Exigencia razonada, flexible, amorosa. Programa transversal y directo de educación en virtudes. Solo así es posible la fidelidad, base de la familia. enseñar a amar. educación del corazón Asignatura pendiente. La educación se ha centrado en Occidente en la razón y en la voluntad: aprender cosas, corregir vicios, disciplina. La esfera del corazónha solido relegarse por los filósofos a la zona irracional 21 . La postmodernidad se caracteriza por todo lo contrario; irracionalismo, emotividad pero, aunque ahora se habla mucho de afectividad en la educación, la orientación es muchas veces equivocada. ¿Por qué? porque se queda con frecuencia en la afectividad psíquica, emociones, impulsos; no se trabaja la afectividad espiritual que va unida a la razón y, por tanto, a la verdad y a la voluntad. Hay que trabajar los afectos, potenciarlos, pero conforme al “orden del amor” (san Agustín). El placer sensible no es amor, aunque el amor conlleve placer sensible. La libertad guiada por motivos verdaderos es la clave. Si se niega la verdad, si no se educa la voluntad, no puede haber verdadera educación de la afectividad. 21 De ahí la crítica de Hildebrand, que defiende que la afectividad —determinada afectividad— entra dentro de la esfera espiritual y racional. Cf. Formas espirituales de la afectividad, El corazón, etc.

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