Koinonia | 2005-2006

La verdad sobre el código Da Vinci 121 Brown que sucedieron y a las cuales se les otorga una grandísima importancia y que además, por un curioso ensalmo, han permanecido en la mente, en la memoria de los lectores de El Código da Vinci . ¡Atención! en los lectores, y en muchos que no han abierto las páginas de El Código y que participan de una cierta cultura, han entrado unos lugares comunes que ha generado El Código da Vinci contra la Iglesia Católica. En tercer lugar, encontramos una propuesta religiosa, alternativa, inconciliable con la fe católica. Vamos a analizar estos tres puntos, por lo menos someramente. La literatura no es neutral El primer punto yo lo definiría como la reivindicación de la carga doctrinal de toda obra cultural. Es decir, no existe tal cosa como un entretenimiento cultural neutral, no existe tal cosa como la literatura neutral. Esto para desarmar o para desmontar a todos aquellos que quieren decirnos que en realidad no deberíamos estar prestando ninguna atención a El Código da Vinci porque está bien claro que éste es producto de la irrealidad y sobre la irrealidad no se discute: si es la premisa de la literatura que lo que se narra no ha sucedido, ¿porqué nosotros vamos a entrar en la arena de discutir que un producto que se acoge a esta denominación está plagado de mentiras? Parece una contradicción: pues, no es así. No existe tal cosa como la literatura neutral, toda literatura es formativa o “deformativa”. ¿Y esto porqué? No por un capricho nuestro, ni por una intencionalidad particular de Dan Brown, sino porque estamos hechos así. El hombre es un ser racional, es un ser hecho ya para entender. En el hombre la razón no es un accidente que sucede en un momento dado de su formación. La razón no es un bien que adquirimos en la etapa de nuestra educación en el colegio: nosotros no somos seres irracionales que de repente, en un momento dado, aprendemos a ser racionales. No, nacemos seres racionales, virtualmente racionales, evidentemente. Lo que quiero decir es que es una potencia nativa nuestra, es una característica esencial del ser humano. Nosotros nacemos para la verdad, para comprender y para amar la verdad. Esto significa que también hay que ser muy cuidadosos en la forma de cómo adquirimos la verdad. Somos seres “porosos”, somos seres contagiosos, seres que imitamos. Hay un antropólogo francés, realmente curioso, pero que no deja de aportar grandes descubrimientos a la antropología moderna: se llama René Girard. Tiene un libro que se titula Veo a Satán caer como un relámpago , y en este libro describe muy lúcidamente el mecanismo imitativo del ser humano. Él dice que por oposición a los animales superiores, que son seres de

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=