Koinonia | 2005-2006

La verdad sobre el código Da Vinci 124 novela “iniciática”. En esta segunda novela lo que se describe no es una persecución, no es el surgimiento de un romance entre protagonistas: esto es lo que sucede en la superficie. En realidad lo que se describe es la conversión o mejor la apostasía de una persona que va descubriendo la falsedad de la doctrina oficial de la Iglesia, para abrazar, deslumbrada, la supuesta verdadera doctrina de Jesús: el culto a la diosa . ¿Qué diosa? Ya veremos. Estas dos novelas están superpuestas y hay una deslealtad tal que es el primer objetivo que tenemos, la cuestión que nosotros intelectualmente tenemos que afrontar. Hemos sido engañados; los lectores en general han sido engañados. Insisto porque esto es así hasta tal punto que hagan ustedes la prueba que yo he hecho centenares de veces. Pregunten a los lectores sobre episodios de la novela de aventura, por ejemplo, cuando Teabing, Langdon y la chica toman el jet privado de Teabing para huir de París a Londres: hay muchísimas personas que no se acuerdan de ese episodio. Después de haber visto la película es más fácil recordarlo, pero quien ha leído la novela olvida rápidamente aquello que precisamente había servido de enganche para atraer su atención. Y, sin embargo, quien ha leído la novela (y también quien no ha leído la novela), participa de este magma difuso y trasversal que ha generado la novela, estos lugares comunes que flotan en el ambiente: retienen con una nitidez pasmosa asuntos que no tienen nada que ver con la trama principal. Por ejemplo: Jesucristo no era Dios, se casó con Maria Magdalena, engendraron una niña y de esa posteridad carnal aún hoy conviven con nosotros de forma anónima, como extraterrestres, sucesores carnales de Jesús. Esto lo tiene todo el mundo muy clarito. ¿No es sospechoso? ¿No es un ejemplo bien claro de lo que acabo de describir, es decir, de cómo nosotros nos zambullimos esperando una cosa y retenemos otra? Esto no debe alarmarnos, debe simplemente hacernos recuperar el control de nuestra inteligencia. Es que nosotros hemos caído en una ingenuidad mortal en la gestión de nuestra inteligencia, en la gestión de nuestro ocio, en la gestión de nuestra vida cultural, pensando que la cultura es un terreno neutro donde no tiene nada que decir la fe. O sea, la fe tiene que decir todo sobre la razón y la razón tiene que decir todo sobre cualquier cosa. Confusión y mentiras Estamos delante de una novela tramposa que son dos novelas en una y además precedidas por un frontispicio en el cual se consuma la gran

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