Koinonia | 2005-2006

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia 12 sociedad, la misión de la Iglesia y la naturaleza de la doctrina social, la persona humana y sus derechos, y los principios y valores de la doctrina social–; la segunda parte, que consta de siete capítulos, trata sobre los contenidos y los temas clásicos de la doctrina social –la familia, el trabajo humano, la vida económica, la comunidad política, la comunidad internacional, el medio ambiente y la paz–; la tercera parte, muy breve (un solo capítulo), contiene una serie de indicaciones para la utilización de la doctrina social en la praxis pastoral de la Iglesia y en la vida de los cristianos, sobre todo de los fieles laicos. La conclusión, titulada Para una civilización del amor , expresa la intención de fondo de todo el documento. 3. El documento subraya cómo la doctrina social se encuentra en el corazón de la misión de la Iglesi a [2] . La misión de servicio al mundo, propia de la Iglesia, que consiste en ser signo de unidad de todo el género humano y sacramento de salvación, cuenta entre sus instrumentos también con la doctrina soci al [3] . El hecho que el Compendio ponga en evidencia la ubicación que la doctrina social tiene al interior de la misión propia de la Iglesia, por una parte nos lleva a considerarla no como algo añadido o colateral a la vida cristiana, por otra parte nos ayuda a comprender cómo esta doctrina pertenezca a un sujeto comunitario. En efecto, el sujeto adecuado a la naturaleza de la doctrina social no es otro que la entera comunidad eclesial. Se afirma en el n. 79: « La doctrina social es de la Iglesia porque la Iglesia es el sujeto que la elabora, la difunde y la enseña. No es prerrogativa de un componente del cuerpo eclesial, sino de la comunidad entera: es expresión del modo en que la Iglesia comprende la sociedad y se confronta con sus estructuras y sus variaciones. Toda la comunidad eclesial –sacerdotes, religiosos y laicos– participa en la elaboración de la doctrina social, según la diversidad de tareas, carismas y ministerios». 4. Las sociedades actuales, y la Iglesia con ellas, observan en su horizonte un sinnúmero de problemas sociales, políticos, económicos, culturales. Cada uno de ellos es una cuestión apremiante que pide una respuesta: el hambre en el mundo, el respeto de los derechos fundamentales del hombre, la defensa del carácter sagrado de la vida, la paz en el mundo... Son cuestiones que, en el ámbito actual de la globalización sin precedentes, representan grandes desafíos para la humanidad, mismos que no se afrontarán eficazmente sin una verdad absoluta acerca del hombre, cuyo misterio «sólo se esclarece en el misterio del Verbo encarnado» (GS 22) y sin una conciencia clara y

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