Koinonia | 2005-2006

El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia 13 compartida de pertenecer a la única familia humana, que mueva eficazmente a la práctica de la solidaridad. Juan Pablo II, Maestro de doctrina social y Testigo evangélico de Justicia y de Paz, consciente y preocupado ante la carencia de un punto de referencia para la autocrítica y el discernimiento, es decir, ante el vacío de una ética social que experimentan las diversas sociedades hoy, propuso con fuerza y convicción desde los primeros días de su largo y fructífero Pontificado, en nombre de la Iglesia, a los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, los presupuestos antropológicos y éticos del humanismo cristiano contenidos en su enseñanza soci al [4] . La Iglesia es consciente, quizá hoy más que nunca, que debe responder, desde su identidad, a todos los grandes problemas que aquejan a la humanidad, mismos que la tocan también directamente, pero sobre todo al gran desafío que representa una «cultura actual, profundamente marcada por un subjetivismo que desemboca muchas veces en el individualismo extremo o en el relativismo...» donde «el hombre tiende a replegarse cada vez más en sí mismo, a encerrarse en un microcosmos existencial asfixiante, en el que ya no tienen cabida los grandes ideales, abiertos a la trascendencia, a Dios » [5] . Las enseñanzas de Juan Pablo II y ahora las de Benedicto XVI nos indican que es sobre el anuncio de la Verdad completa que se funda la oposición a la «dictadura del relativismo», como el nuevo Papa dijo en su última homilía como Cardenal, y como escribió en uno de sus famosos libros: «No sería difícil demostrar que la concepción del individuo como persona y la tutela del valor de la dignidad de toda persona, no se pueden sostener sin que se funden sobre la idea de Dios». 5. Podemos decir, con un juego de palabras, que el Compendio no es sólo un compendio, es decir, un simple resumen con fines didácticos, una compilación ordenada de temas. El Compendio no es un “manual de doctrina social de la Iglesia”, sino que nace de una lectura “teológica” del momento histórico presente, de un discernimiento de los signos de los tiempos y de una exigencia pastoral emergente. ¿Cómo se podría intentar cualificar esta “lectura teológica”? Según mi parecer ésta consiste en la pretensión, quizás hoy más “escandalosa” que ayer, de hacer encontrar la fe en Jesucristo con las exigencias de la razón, de provocar la síntesis vital entre el anuncio cristiano y la auténtica realidad del hombre o, como afirmaba el Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI,

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