Koinonia | 2005-2006

Memoria e Identidad 52 relación con el Estado, que como he dicho antes ya ha llamado la atención a ciertos escritores puertorriqueños. Wojtyla nos presenta una fina antropología de la patria y del concepto de la paternidad y maternidad espiritual. Lo fundamenta en la paternidad que Dios comparte con sus criaturas (p. 62). Para Wojtyla los conceptos de patria y nación tienen sobre todo un fundamento espiritual y teológico, cultural, en el sentido profundo de dicho concepto, no tanto en una definición sociológica. Trata el concepto de nación desde la elección de Israel, por la Encarnación del Verbo, hasta la visión de una Iglesia de todas las naciones, razas y pueblos. Wojtyla entiende que en la Iglesia se llega a la superación de la nacionalidad particular gracias a un universalismo que respeta las identidades nacionales pero que culmina en el nuevo Pueblo de Dios. En este Pueblo de Dios no sólo las personas particulares, sino las naciones particulares tienen el mismo derecho de ciudadanía (p. 72). Hay que defender la lengua, las tradiciones patrias, el estudio y conocimiento de la historia (pp. 73-76) y esto es un deber sagrado, no es una opción entre otras (p. 66). Históricamente, dice Wojtyla, la Evangelización de la Europa de los bárbaros “desarrolló el pluralismo de las culturas nacionales sobre la plataforma de valores compartidos en todo el continente” europeo (p. 92). En el medioevo, con su universalismo cristiano, se consolidaron las bases de las naciones europeas modernas (p. 96). Pero más allá de la metralla política que pueda brindarle al issue del status en Puerto Rico, lo que más destaca Wojtyla es que la patria y la nación tienen una identidad cultural, espiritual que configura la fisonomía de las patrias, de las naciones. Es deber del estado de salvaguardar este patrimonio espiritual de los pueblos. Karol Wojtyla reconoce que no todos los pueblos tienen la misma madurez en este proceso (cfr. pp. 86-87). Piensa sobre todo en las naciones jóvenes de África. En este sentido la teología de la patria que Wojtyla desarrolla podría servir de modelo para la sociología compleja de las tribus forzosamente agrupadas en naciones artificiales por la herencia cultural. Las naciones americanas y no digamos las europeas, no son modelos imitables por las naciones africanas. Si no se cultiva la memoria histórica se puede perder la identidad cultural, espiritual, la fisonomía propia de una patria, de un pueblo. Wojtyla advierte sobre los nacionalismos exclusivistas y delata su engaño. El patriotismo, expresión del cuarto mandamiento, es algo querido por Dios

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