Koinonia | 2005-2006

Memoria e Identidad 53 y sagrado para el hombre. Este librito podía haberse enviado a todos los que han escrito la nueva Constitución de la Europa unida. Delata las raíces anticristianas de muchos aspectos de la Ilustración que dieron su fruto en los totalitarismos del siglo XX y que siguen haciendo daño no sólo al hombre europeo sino al hombre de todas las latitudes, es decir, al hombre presa de la globalización. Karol Wojtyla advierte sobre un nacionalismo que se caracteriza por reconocer y pretender únicamente el bien de su propia nación, sin contar con los derechos de las demás naciones (p. 67). También advierte sobre la tentación de sacrificar la cultura a la civilización del dinero, a la prepotencia de un economicismo unilateral (p. 85). Al leer estos párrafos uno no puede dejar de pensar si ésta no es la peor crisis del Puerto Rico de hoy: el vender la herencia por un plato de lentejas. Pero Wojtyla indica que es el drama cultural que también vive Europa ante unas visiones anticristianas de su futuro unido (p. 98). El mal por definición es ausencia de un bien que debiera estar y ser: negar a Dios en el futuro del hombre moderno es el mal mayor y más peligroso para el hombre (p. 99). A Karol Wojtyla le preocupa la pasividad de los cristianos, los ciudadanos creyentes, ante un asalto tan manifiesto a las expresiones cristianas de la cultura y las leyes modernas (p. 120). Esto es fruto de un laicado no preparado para la situación actual, es una insuficiencia en la preparación de las élites políticas. No podemos ceder “sin espíritu crítico a las influencias de los modelos culturales negativos esparcidos por el Occidente” (p.144). Aunque haya muerto Wojtyla, queridos profesores, su pensamiento, los retos de su exposición, deben inquietarnos. ¿No son acaso Uds. en parte los educadores y los formadores de la conciencia cívica de un laicado verdaderamente cristiano, sólidamente convencido de las convicciones y responsabilidades sociales y políticas (no necesariamente partidistas) de los forjadores de nuestro futuro? En la última parte del libro, Wojtyla retoma los temas de las dos primeras partes y los sitúa en un plano directamente cristológico, eclesial y mariano. Querer a Cristo sin querer a la Iglesia es imposible, afirma Karol Wojtyla, es un engaño (pp. 116-117): “Cristo no existe sin la Encarnación,... no existe sin la Iglesia” que es su Cuerpo, “la condición de su presencia y actuación en el mundo”. Wojtyla advierte sobre la canonización del sistema de partidos en las supuestas democracias liberales del occidente contemporáneo (pp. 130-131). Hay muchas evidencias de que las democracias sin referencia moral objetiva, son versiones nuevas de los viejos totalitarismos donde los partidos, no una

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