Koinonia | 2005-2006

La Familia en el Magisterio de Juan Pablo II 61 través de la palabra escrita. Si se ama el amor humano, nace también la necesidad de dedicar todas las fuerzas a la búsqueda de un amor hermoso. Porque el amor es hermoso. Los jóvenes, en el fondo, buscan siempre la belleza del amor, quieren que su amor sea bello. ” Este libro era el único escrito de Karol Wojtyla que había sido traducido al español cuando fue electo Papa. Fue el primer libro suyo que leí y confieso que significó una luz deslumbrante, novedosa, profunda, transformó mi visión de la sexualidad. Lo que más sorprende del libro es su enfoque personalista. Hay que evitar utilizar las personas. Esto constituye la base de la ética verdadera libertad ya que nos permite relacionarnos con otras personas sin reducirlas a objetos manipulables. Amar es lo contrario de utilizar. El encuentro entre dos libertades en la búsqueda de un bien común es la sustancia del amor. La libertad no es una licencia para utilizar los demás o dejarme utilizar. No puedo ser feliz amando si reduzco a los demás objetos de placer. El sexo no se puede deshumanizar y debe expresar la dignidad de las personas que libremente se entregan en le lenguaje objetivo del cuerpo que manifiesta una entrega total de lo que he sido soy y seré. Wojtyla contesta el psicologismo freudiano que animaliza el sexo y a la misma vez desmiente el materialismo marxista que lo banaliza, pero también desmantela el utilitarismo de tradición inglesa, que lo hace objeto de compra y venta, que lo hace buscar maximizar el amor. El cuerpo, expresión eterna del alma, y en su conjunto, la expresión de la persona que puede comunicarse y darse a los demás en amor, no es una simple atracción o emoción. La atracción desligada del juicio reduce al otro a un objeto de deseo. Es la interacción entre personas, no entre cuerpos o sentimientos animales lo que hace a un acto sexual verdaderamente humano. La ley del don de sí es la estructura moral básica de la vida humana. El objetivo de la expresión sexual es profundizar esa relación personal, a la cual contribuye el don mutuo del placer. La castidad no es simplemente una ensarta de prohibiciones, sino la integración del amor. Somos criaturas libres para disponer de nosotros mismos y hacernos don a los demás. La libertad, no la prohibición, constituye el marco de la ética sexual de Wojtyla. O amamos conforme al plan de Dios o negamos el amor, aunque le pongamos ese nombre. La llamada revolución sexual o liberación sexual de hecho estaba creando nuevas formas de degradar a la mujer como objeto de placer y de cegar al verdadero y profundo y sentido personalista de la sexualidad. Se había convertido en una invitación al egoísmo disfrazado como responsabilidad. La regulación de la natalidad

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