Koinonia | 2005-2006

La Familia en el Magisterio de Juan Pablo II 77 Síntesis En sus Alocuciones a los miembros del Instituto, una el 27 de agosto de 1999 en Castengandolfo y otra el 31 de mayo de 2001 en ocasión del vigésimo aniversario de la fundación de lo que Juan Pablo II llamó “nuestro Instituto”, repasó los fundamentos de su preocupación por la familia. Los propongo como resumen y conclusión de esta presentación. En primer lugar, Juan Pablo II recuerda el impacto que tuvo su experiencia como joven sacerdote, profesor y capellán universitario en este tema de la familia. Luego nos recuerda que el misterio de la Santísima Trinidad es la clave de la antropología cristiana, que manifiesta la diversidad sexual de los seres humanos como un aspecto revelador del misterio de la persona humana. En segundo lugar, el hombre y la mujer están llamados a una comunión de amor, que si bien hunde sus raíces en la Trinidad, se revela plenamente en la Encarnación del Verbo. La Teología del matrimonio y la familia está inscrita en el misterio de Dios Trino que invita a todos los seres humanos a las bodas del Cordero que se celebra en la Pascua y se le ofrece a la libertad humana en la realidad sacramental de la Iglesia. La primordial Iglesia doméstica es la Sagrada Familia (cfr. Redemptoris custos , 7). En su mensaje del 2001 el Papa recordó que urge la necesidad de una teología antropológica adecuada: “ En efecto, el olvido del principio de la creación del hombre como varón y mujer representa uno de los factores de mayor crisis y debilidad de la sociedad contemporánea, con preocupantes consecuencias en el clima cultural, en la sensibilidad moral y en el marco jurídico. Cuando se pierde de vista este principio, se ofusca la percepción de la singular dignidad de la persona humana y se abre camino a una peligrosa “cultura de muerte ”. Sin embargo, la experiencia del amor, correctamente entendido, sigue siendo la puerta de acceso, simple y universal, a través de la cual todo hombre está llamando a tomar conciencia de los factores constitutivos de su humanidad: razón, afectividad y libertad. En el irreprimible interrogante sobre el significado de su persona, sobre todo partiendo del principio de que ha sido creado a imagen de Dios, varón y mujer, el creyente puede reconocer el misterio del rostro trinitario de Dios, que lo crea imprimiendo en el sello de su realidad de amor y comunión .” (scn 2)

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=