Koinonia | 2005-2006

Autismo existencial 85 hombre se cree muy fuerte y capaz de la más grande rebelión contra Dios. Este período va del 1789, que como todos saben es la fecha de la Revolución Francesa, hasta el 1989 que, como también saben todos, es la caída del muro de Berlín, o sea, la crisis y el derrumbamiento del comunismo, que era el sostenedor básico de esta idea de matar a Dios y hacer que el hombre creciera en su lugar. En esta época es el movimiento obrero el que se convierte en ateo y también la gran intelectualidad empieza a pensar no sólo sin Dios sino contra Dios, hasta terminar en Marx, Freud y Nietzsche, los tres grandes pensadores contra Dios. Una vez terminado en el 1989 con la caída del muro de Berlín, donde se demuestra que era falsa la promesa del comunismo (era falsa desgraciadamente, porque si hubiera sido verdadera hubiera liberado a los pobres), finalmente viene el último período en el que hoy estamos: es el período de la postmodernidad , el cual no tiene ningún centro, es “ acéntrico ”. No cree en Dios, ni cree en el hombre. No cree en nada. En esta fase, la cuarta, donde no se cree en Dios, el hombre se compra o se vende, tiene precio, pero no tiene valor (a los seres humanos se nos pone precio por nuestro trabajo, por nuestro rendimiento, por nuestras capacidades, pero no se pone valor: hoy vales, mañana no vales; sobre todo a los que menos rinden menos valor se les concede). Hoy vivimos en estado de autismo total: yo, yo, yo, todo para mí y los demás que se mueran, o que me dejen en paz. La imagen de tal época (si el rostro del mundo teocéntrico era el de Abraham, el del mundo antropo-teocéntrico era el de Galileo, y el rostro del estadio puramente antropocéntrico, era el de Carlos Marx,) es la de Narciso. ¿Recuerdan quien era Narciso? En la mitología griega se encuentra esta figura de hombre enamorado de sí mismo, autocéntrico y autista total. Sólo tenía ojos para sí mismo, se besaba por la mañana en lugar de santiguarse al salir de la casa y era muy guapo. Estaban todas las mujeres enamoradas de él, también la más bella ninfa que se llamaba Oikós , que en griego significa ser bueno y estar bueno, por así decirlo, ser bueno moral y estético. Pero Narciso no la oía, no la escuchaba. El desenlace fue fatal: en una desgraciada ocasión en que le seguía, gritando como siempre su nombre, se cayó por un barranco y murió, pero mientras caía todavía gritaba el nombre de su amado; de ese grito viene la palabra eco que hoy conocemos. Pero este hombre no sabía tener un “tú”, sólo se daba cuenta de que tenía un yo y no un tú: mis joyas, mis perfumes, etc. Por eso la tragedia también acaba con él: al pasar por un charco de agua límpida, cristalina, se contempló por vez primera de cuerpo entero, se emborrachó de tal

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