Koinonía 2006-2007

La familia: lugar de paz y reconciliación 12 El hombre, hoy en día se prepara para todo. Se prepara para ser médico, ingeniero, arquitecto, mecánico, artista y deportista... Pasan muchos días y meses y años en esa tarea. Pues con cuanta más razón deberá prepararse para ser esposo, padre y educador de sus propios hijos. El Concilio Vaticano II aconseja: “Se ha de instruir de una manera oportuna y a tiempo a los jóvenes, especialmente en el seno de la familia, sobre la dignidad, valor y cometido del amor conyugal para que, formados en la guarda de la castidad, cuando lleguen a la edad conveniente, pueden pasar de un honesto noviazgo al matrimonio”. El Papa Juan Pablo II es todavía más preciso e insistente. Escribe en la Familiaris consortio n 66: “En nuestros días es más necesaria que nunca la preparación de los jóvenes al matrimonio y a la vida familiar... Por esto la Iglesia debe promover programas mejores y más intensos de preparación al matrimonio, para eliminar lo más posible las dificultades en que se debaten tantos matrimonios... La preparación al matrimonio comporta tres momentos principales: una preparación remota, otra próxima y otra inmediata. La preparación remota , comienza desde la infancia en la juiciosa pedagogía del hogar... La próxima comporta una preparación más específica para los sacramentos, como un nuevo descubrimiento. Y la inmediata a la celebración del sacramento debe tener lugar en los últimos meses y semanas que preceden a las nupcias...” El período del noviazgo El noviazgo es una aventura. Te pone en camino hacia la tierra prometida y te hace ejercitar la fe y la esperanza ante la novedad y la libertad de la persona amada. El enamoramiento incipiente implica el ejercicio del arte de convencer. Cada uno de los novios muestra lo mejor de sí mismo. Muestra sus mejores encantos personales: su belleza, sus habilidades, su simpatía, su inteligencia. Pone en juego lo que considera más valioso y atractivo de ser varón o de ser mujer. El enamorado trata de caer bien al otro y responder a lo que imagina que el otro espera. Pero en el desarrollo de la relación se van dejando ver con más realismo los límites del amado o de la amada, sus luces y sus sombras.

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