Koinonía 2006-2007

La familia: lugar de paz y reconciliación 15 El lazo que une a la familia, no es sólo una cuestión de afinidad natural o de compartir vida y experiencias, es principalmente un lazo santo y religioso. El matrimonio y la familia son realidades sagradas. Al ser el núcleo familiar una comunidad de vida y amor se convierte en una iglesia doméstica y en un santuario de la vida. En ella es donde el hombre puede aprender a amar y sentirse amado no solamente de otras personas, sino también y ante todo de Dios. Los padres podrán hablar de Dios a sus hijos sólo cuando el amor de los esposos es vivido en santidad de la unión matrimonial. Al nacer de mujer y en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Es en ella el primer escenario de la evangelización, el lugar donde la Buena Nueva de Cristo se recibe por primera vez y luego se transmite de generación en generación en formas sencillas, pero profundas. Señala Juan Pablo II que lo padres tienen el deber de educar a sus hijos no sólo en los aspectos culturales y sociales, sino también en la fe y en la vida cristiana. Hace énfasis Juan Pablo II en que hay que educar a los hijos en los grandes valores de la fe cristiana. La primera escuela de catequesis es y debe ser la familia, viene después de la profundización de las grandes verdades de la revelación divina con la catequesis sistemática que se realiza en las parroquias, en los institutos y en los movimientos cristianos. “Llegaréis a ser plenamente padres - asegura Juan Pablo II – rezando con vuestros hijos, meditando con ellos la palabra de Dios, acompañándolos en la Eucaristía y en los demás sacramentos. Así los habéis engendrado no sólo una vida corporal, sino también la vida eterna con Cristo”. Juan Pablo II propone una verdadera pedagogía cristiana. Los padres deben formar a sus hijos con confianza y valentía en los valores esenciales de la vida humana. Deben enseñarles a no depender de los bienes materiales, así como inculcarles el sentido de la verdadera justicia y el respeto a la dignidad de la persona humana. Deben fomentar en ellos el amor y el servicio desinteresado hacia los demás, especialmente a los más pobres.

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