Koinonía 2007-2008

La familia en la cultura puertorriqueña 67 Esto ya lo hemos dicho. Se construye desde el amor. Las personas no somos entes desarraigados. Al revés, estamos arraigados en las redes del amor y el primer nudo en ese amor es la familia. Crecemos en el ámbito familiar compuesto por otras personas iguales a nosotros: capaces de dar amor y de recibirlo. Y las maneras en que lo recibimos determinan nuestra forma de expresarlo. Así mismo nos proyectamos en el escenario cultural y comunitario a través de relaciones interpersonales con gente como nosotros. Nuestros actos reflejan nuestra procedencia, nuestros valores, nuestras maneras de entender el entorno, lo que algunos llaman educación. Y es el ámbito familiar en donde las personas aprendemos a generar actitudes y modelos de comportamientos basados en la tolerancia, el respeto, el amor. Aunque a veces aprendemos lo contrario. Cuando esto sucede, es imprescindible identificar el comportamiento y erradicarlo cuanto antes. ¿Cuál es la relación, si alguna, entre la familia y cultura? ¿Qué importancia y valor tiene la familia para la cultura? La familia forma y conforma el conjunto de procesos cuyas consecuencias más visibles son los conocimientos, las costumbres y las formas de actuar de los sujetos de una determinada comunidad cultural. Pero estos deben estar sometidos a continuas revisiones y ajustes que aseguren el proceso de mejoramiento conductual. La educación, esa que se desarrolla dentro del núcleo familiar y que los sociólogos se empeñan, malamente, en llamar educación informal, es también subsuelo que nutre y enriquece los valores más íntimos de la persona y estos deben mantenerse inmaculados frente a las adversidades. Junto a la cultura, la familia aporta el material del que estamos hechos los humanos y, a su vez, nuestro material humano construye los perfiles culturales de nuestra convivencia social. Así pues, humanos, familia y cultura construimos las razones que explican nuestras maneras de ser y transforma y renuevan las maneras en que nos interpretamos a nosotros mismos, a los demás y, ¿por qué no?, las maneras en que nos relacionamos con Dios. Desde esta perspectiva, la familia y su contexto cultural están profundamente implicados en lo que somos, en lo que hacemos, en lo que queremos. Sería un desconcierto negarles importancia.

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