Koinonía 2010-2011

Diríamos que la función de la Iglesia es esta pasión por el hombre, porque educar el sentido religioso no es más que educar en aquello que tú deseas, es como el aliado más potente que tenemos. 4. Cristo salva el sentido religioso Pero esto sucede si verdaderamente la Iglesia no reduce el cristianismo a ética, sentimiento o discurso. Y esto demuestra la necesidad de que permanezca el Misterio en la historia. Si Cristo no permanece como contemporáneo y no sigue desafiando al hombre con su presencia histórica, poniendo delante testigos, diciendo: ¡Mira, qué puede ser la vida! ¡Mira, a dónde puede llegar la experiencia humana! ¡Mira, a dónde puede llegar la relación con tu mujer o con tu marido! ¡Mira, qué puede significar el trabajo! ¡Mira, qué puede significar la enfermedad vivida así! ¡Mira! Sin esto, nosotros, pobrecillos, ¿qué podemos hacer? Podemos decaer y vivir todo chatamente, con el encefalograma plano, soportando la realidad, perdiendo el gusto de vivir. ¿Quién podrá liberarnos de esto, de esta decadencia casi inexorable por nuestra fragilidad humana? Solo Cristo, el único que puede salvar el sentido religioso. La historia de Israel muestra cómo tantas veces el pueblo de Israel decae, a pesar de todas las obras y de todos los milagros y de todos los hechos que el Misterio había hecho en su historia. Ha decaído, exactamente como nosotros vemos ahora en nuestra historia cristiana. Por eso, la situación histórica en la que nos encontramos en Occidente constituye un verdadero desafío también para el cristianismo (y por lo tanto para la Iglesia), que se ve obligado a mostrar la verdad de su pretensión de responder a las exigencias del hombre. La Iglesia se somete también a las exigencias del corazón del hombre. Si me quiere mostrar algo, lo tiene que mostrar en la capacidad de ser tan distinta que me despierte constantemente. Y es evidente que no servirá cualquier versión del cristianismo para volver a despertar la humanidad del hombre. Muchas veces vamos a la Iglesia y no es que precisamente despertemos: lo que sucede, más bien, es lo contrario. Por eso, si no se despierta, no somos desafiados, provocados por una cosa tan absolutamente bella y correspondiente que me vienen ganas de participar. Ésta es una responsabilidad que tenemos como cristianos. Nosotros vivimos algo tan apasionante que los demás quieren participar al verlo. Yo digo siempre sintéticamente: el cristianismo se comunica por envidia, porque uno ve a otro vivir bien, vivir mejor de lo que yo soy capaz de vivir, y yo quiero eso, no quiero privarme de eso. Pero esto

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