Koinonía 2010-2011

insuficiente, porque cada hombre desea, siempre y de cualquier modo, el infinito. Una prueba tangible de esto son el trastorno y la insatisfacción que experimentan los que descuidan los aspectos morales y espirituales de su conducta laboral. Finalmente, Juan Pablo II considera que la incidencia de la tecnología -siempre más preponderante- en la vida social no debe provocar la pérdida de la primacía ontológica de la persona sobre el capital, porque solo el ser humano puede dirigir la economía hacia el bien común y solo él es capaz de ordenar la multiplicidad de los factores de la realidad según una adecuada jerarquía de valores. La justicia social como objetivo de la política económica La encíclica social de Juan Pablo II que, sin duda, ha sido menos estudiada, es la Sollicitudo rei sociales, de 1987. Con este documento el papa polaco celebraba el veintésimo aniversario de la promulgación de la encíclica social Populorum progressio de Pablo VI. En esta ocasión, Juan Pablo II se detiene, de manera particular, en las desigualdades sociales inaceptables entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo, tratando de sugerir algunos principios de política económica capaces de reequilibrar mayormente la distribución de las riquezas en el mundo y al interior de las mismas naciones. Sin poner en duda el reconocimiento del mérito de cada persona y de pueblos enteros, es necesario promover la adopción de medidas inspiradas por los principios de solidaridad y responsabilidad derivadas de la naturaleza común de los hombres en cuanto hijos adoptivos del mismo Dios. Por solidaridad, Juan Pablo II no entiende una forma de asistencialismo o “un sentimiento de vaga compasión o de enternecimiento superficial por los males de tantas personas cercanas o lejanas” (38), sino la pasión tenaz y constante por el bien de todos y de cada uno, según sus capacidades y posibilidades. La responsabilidad, en cambio, se considera la condición por el buen ejercicio de la libertad personal. Quien actúa de manera responsable es consciente de los límites éticos y morales hasta los cuales puede llegar y, por consiguiente, tiene en cuenta las repercusiones que sus decisiones pueden provocar en los demás. Ninguna acción puede ser moralmente lícita si implica el uso de medios impropios. Recorrer a la violencia no es casi nunca justificabl e 4 Juan Pablo II retoma además, con vigor, el principio ético del destino universal de los bienes al cual está subordinado el derecho a la propiedad privada . En efecto, este último posee un valor ético por la , mientras es permitido el combate pacífico. El control demográfico no está permitido, mientras es promovida la paternidad responsable con medios naturales. 4 Juan Pablo II no rechaza la tesis de la “guerra justa” sostenida por la Iglesia. Pero esta opción está ligada a la presencia de una serie de condiciones bien precisas.

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