Koinonía 2010-2011

función social que desarrolla, está al servicio del ejercicio del derecho natural a la subsistencia y es útil también para contener los conflictos sociales. En la Sollicitudo rei socialis se profundiza el concepto de “desarrollo humano integral”, esbozado por Pablo VI, poniendo en luz que con el adjetivo “integral” se está indicando la multiplicidad de las dimensiones del desarrollo, desde sus aspectos más materiales hasta los más sociales y espirituales (Kraemer, 1998): no existe desarrollo si no es de todo el hombre y de todos los hombres. En esta perspectiva Juan Pablo II exhorta a los cristianos, y a todos los hombres de buena voluntad, para que cultiven una “conciencia viva del valor de los derechos de todos y de cada uno” (33). En términos concretos, se refiere al derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural; al derecho a constituir una familia; al derecho a la justicia conmutativa, distributiva y contributiva; al derecho a participar en la actividad política de la propia comunidad y nación; a los derechos ligados a la vocación trascendente de todos los seres humanos, incluso el derecho a profesar el propio credo religioso; al derecho de expresar la propia identidad también a través de manifestaciones culturales; al derecho a compartir plenamente las ventajas del proceso de desarrollo económico en base al principio de igualdad que deriva de la filiación común en Dios. Bajo el perfil de la política económica internacional, Juan Pablo II levanta algunas dudas acerca del funcionamiento de ciertos mecanismos comerciales incapaces de aliviar la llaga de la hambruna en los países más pobres. Él toma nota de que una parte del mundo está dominada por una mentalidad consumista (Beabout, Echevarria, 2002) y que la otra no tiene la posibilidad de progresar a causa del gap de tecnología y de recursos inmateriales (capital humano, conocimiento y know-how ). En el primer caso, se asiste al círculo vicioso que induce a las personas a querer siempre más y que las vuelve paradójicamente siempre menos satisfechas. En el segundo caso, emerge una compresión del espíritu empresarial de la población local. Juan Pablo II contesta, por lo tanto, al sistema de comercio porque subestima el valor de los productos y de las materias primas provenientes de las naciones en vías de desarrollo; al sistema monetario y financiero porque provoca fluctuaciones excesivas de las tasas de cambio y de interés empeorando la balanza de los pagos e incrementando la deuda internacional a cargo de los países más pobres; a la propiedad del patrimonio de los conocimientos tecnológicos en manos de las naciones más ricas, que lo utilizan al fin de crear una barrera a la entrada de las naciones en vías de desarrollo en el mercado más evolucionado; a las organizaciones internacionales porque toman iniciativas teóricamente a favor de las naciones más pobres, pero, en realidad, para preservar la desigualdad social del status quo.

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