Koinonía 2010-2011

ley moral natural. Una democracia política puede ser perfectamente organizada, pero si le faltan valores profundos, se reducirá a un conjunto de procesos formales. La pretensión de una neutralidad ética de la tecnocracia representa una nueva ideología tan ciega que no comprende que los instrumentos operativos dependen de unas idealidades . Por otro lado, para Juan Pablo II, la economía de libre mercado resulta probablemente el sistema económico más eficiente y, sin embargo, no puede ser presentada como moralmente justa hasta que no sea afirmada en los hechos la primacía del trabajo sobre el capital. La justicia social es, en efecto, la condición para la paz. En la Centesimus annus Juan Pablo II precisa, una vez más, que la doctrina social de la Iglesia está en el ámbito de competencia de la teología moral y que no propone ninguna solución técnica ni simpatiza con ningún modelo social y económico. A su parecer, la libre iniciativa económica, la propiedad privada, el intercambio de equivalentes y la justicia contributiva deben coexistir con la cooperación, la inclusión social y la justicia distributiva. En otras palabras, quien se empeña más y consigue mejores resultados merece un premio mayor; sin embargo, la sociedad, en su totalidad, debe hacerse responsable también de las situaciones de pobreza a través de una redistribución solidaria de los recursos y las personas, individualmente, deben actuar con caridad fraterna hacia los demás. A nivel macroeconómico se sostiene que la economía debe ser subordinada a la política y que la intervención del Estado debe darse según el principio de subsidiaridad . A nivel microeconómico se promueve el reconocimiento recíproco entre las personas de su inalienable e irreducible dignidad (O’Boyle, 2005). Esta teoría puede volverse practicable concretamente si cada uno da honestamente lo mejor de sí en cada cosa que tiene que hacer, con la conciencia de que la propia satisfacción no depende de cuánto recibirá, sino de la relación personal que cultivará con la persona de Cristo resucitado. La ganancia no puede representar el fin de la actividad empresarial, sino solo un instrumento para evaluar su buen funcionamiento y garantizar la prosecución en el tiempo. La identificación de la ganancia con el fin último de la iniciativa económica negaría la existencia de asuntos morales imprescindibles en el proceso decisional (Worland, 1996). Por este motivo la propuesta social de la Iglesia no está dirigida exclusivamente a los fieles, sino a todos los hombres de buena voluntad, porque cada persona razonable, independientemente de su etnia, cultura y lengua, puede reconocer en su propia experiencia que la satisfacción de las exigencias materiales no satisface totalmente. Juan Pablo II habla al respecto de “bienes fuera del mercado” o “bienes no comerciables” para referirse a aquel conjunto de emociones,

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