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pontificia universidad católica de puerto rico

y sanadoras naturales, con remedios a base de hierbas y flores, o como

enfermeras de hospitales y hospicios. Otras, como maestras.

Podría indicarse que las primeras profesiones que estudiaron las

mujeres a nivel post secundario fueron la pedagogía y la enfermería.

Estudiar pedagogía era la forma idónea para educarse, salir del hogar

y ganar dinero, sin retar las tradiciones prevalecientes. En el último

tercio del siglo XIX, las maestras se convirtieron en la punta de lanza de

la organización para la emancipación de las mujeres. Mujeres de clase

media se dedicaron al magisterio, concentradas en las escuelas públicas de

nivel elemental. De otra parte, durante la primera mitad del siglo XX las

mujeres pobres se dedicaron al trabajo doméstico, a la venta ambulante

al detal en las zonas urbanas. Mientras que, en las zonas rurales, se

dedicaban a las faenas agrícolas, como el cultivo de huertos, la recogida

del café y hasta el corte de la caña.

De igual forma, la mujer es el resultado directo de la sociedad en que

vive. Por lo tanto, en las sociedades organizadas racionalmente, la mujer

vive con la mayor parte de los elementos de la vida natural. La mujer

es un ser racional, como medio orgánico de indagación y adquisición

de la verdad. La mujer es un ser consciente que tiene la noción de su

responsabilidad y promueve el bien por la dignidad. La mujer es una

entidad integrante de toda sociedad. Por tal razón, la mujer puede

educarse con el mismo derecho de ser educada en cuanto a su participación

en experiencias económicas, políticas y culturales.

Por otro lado, el Concilio Vaticano II (1965) exhorta a las mujeres a

participar activamente en la vida económica, social, política y cultural.

Es a través del trabajo que las mujeres pueden “desarrollar la obra del

Creador” a la vez que sirven a sus hermanos y ayudan a que se cumplan

los designios de Dios.

“Las mujeres ya actúan en casi todos los campos de la vida, pero

es conveniente que puedan asumir con plenitud su papel según su

propia naturaleza. Todos deben contribuir a que se reconozca y

promueva la propia y necesaria participación de la mujer en la vida

cultural” (Concilio Vaticano II. 1965).

Por consiguiente, la ideología propagada a partir de la década del 40