Revista Horizontes: primavera/otoño 2013 | Año LVI-LIX Núms. 108-115

las sonrisas, los libros, las miradas, la luna y las estrellas y el sol y la mañana. Durante su adolescencia, la poeta le dedica su primer poema a su padre que ya estaba ciego: "Si eres afortunado porque tienes dos ojos y al fijarlos en algo, al mirar puedes ver y admirar la grandeza de tus alrededores, siéntete muy dichoso, porque hay quien mira y no ve. Si ves al despertarte el sol de madrugada y notas que la noche con su brillar acaba y la luna y estrellas con su esplendor apaga, has visto al majestuoso dios de la madrugada. Y, si al mirar los rostros de tus seres queridos y mirando sus ojos sus almas puedes ver, siéntete muy dichoso, porque tienes dos ojos y también, porque miras y al mirar, puedes ver. Más, si tienes dos ojos, pero no hay luz en ellos y puedes con el alma percibir lo que es bello, siéntete muy dichoso, porque tienes un alma y También porque miras, y sin ver, puedes ver." Esos versos aparecen bajo el título de "Fíjate", en el primer poemario "El Cantar de Musaraña", en el cual también le dedica "Recordando a Papá", donde exalta el amor y la verticalidad del padre de familia, que vence los obstáculos de su ceguera física y logra rehabilitarse y volver a ser productivo. En sus tres poemarios, Silgia María incluye mensajes claves para su madre: En boca de la Musaraña, la idealiza en "Palabras para mi Madre". Comienza: "Hay palabras profundas, tan tiernas, tan sublimes; palabras como Dios, esperanza y raíz, como colas de gata, como copos de nieve, como gotas de lluvia, como tardes de abril……" El desenfreno metafórico concluye "Madre, mi dulce madre, Madre de mis amores, ballesta inquebrantable del arquero mayor; gotita de agua clara del manantial eterno, el capullo más tierno del jardín de su amor"; en voz del hablante lírico de su "Patria del siglo XX", la confunde con la patria misma: "Tú y yo, dos peregrinas, siempre mirando al cielo; cantándole al lucero nuestra canción de abril" … "Tú y yo soñando almejas camino de la playa, el mar en la pupila, el pan en el zurrón…" En la contraportada de "ciega iluminación", su tercer regalo lírico, en su poema epistolar, "Para Usted, Distinguida Señora" el hablante la humaniza en la cotidianidad de su maternidad: "… que de todas las madres que pisan nuestra tierra, usted es la más linda y es usted la más buena. Para darles la vida, usted vertió su sangre y la sigue vertiendo por su prole. Amamantó a sus hijos con leche de sus pechos, mezclada con arrullos, endulzada con besos… con sus manos de ángel, coció los alimentos, sirvió las fuentes y colocó los platos, fiscalizó los codos y restringió los postres, revisó asignaciones y envió al diccionario…" "La voz lírica concluye con: "Resulta un gran regalo conocerla. Sorpresa! Soy la Osa Menor, tu primogénita, la que va por la vida con ojos de poeta"." En ese primer cantar de la Musaraña, se eterniza el amor cotidiano, en el poema autobiográfico "motivos y razones", que comienza: "Por el café de todas las mañanas, por el techo de zinc para la lluvia, por la terraza y el horno de ladrillos, la mesa de ping-pong de los muchachos…", La lira pinta la figura real de un hombre de carne y hueso que comparte con su compañera la vida, el amor y los hijos, pero la deja en libertad para vivir sus sueños. Cuando ella regresa, herida de sembrar en la maleza, él la recibe con sus brazos abiertos: "para curarme todas las heridas, cuando vuelvo sin alas, por tus besos." En "Madre Tierra", la voz lírica le canta a su hija: "Yo era la tierra fértil, que mansa y generosa, como un profundo surco, se abrió para esperarte. Y tú, el remoto germen, la mágica Semilla que soñaba la vida en la noche estival. La noche en que chocaron los astros en el cielo. Llovieron las estrellas, llovieron los luceros, y un torrente de soles, azucenas de fuego y al inundarse el surco, encarnaron los sueños." Los versos que le dedica a su hijo, amplían su extensión hasta abarcar a todos los hijos de esta tierra: "Hijo mío, que luchas en la vida por merecer el pan de cada día, el amor de tus hijos y de tu compañera y la armoniosa unión de la familia. Luchas por mantener el equilibrio sobre la cuerda floja de tu tiempo. Afuera, el torbellino y el tormento, pero adentro se extinguen las sirenas. En el silencio, tu alma se serena, porque has logrado comprender el gran portento. Por eso, eres feliz, y aunque estés triste, cada día la vida te sonríe. Hoy quiero celebrarte y celebrarme por la dicha infinita de alumbrarte. Liberarte en el lazo más sublime, lazo que une la vida con la vida. Que en el camino encuentres sólo los seres vivos: ausubos centenarios y verdes brotes nuevos, manantiales y ríos de transparencias claras, prados de yerba bruja y una sola esmeralda." Sygmund Freud postulaba y sigue postulando que el arte constituye la tabla de salvación para el ser que zozobra entre la realidad de su mundo interior y la realidad circundante, que ante los ojos del corazón se le desnuda. Al crear su obra artística, el poeta transforma esa realidad externa que a menudo le resulta inaceptable. La percibe carnavalesca, esperpéntica y absurda. Para poder soportarla, amorosamente, la reviste con el hermoso ropaje de la poesía que fluye en la palabra. La poeta quiere devorarlo todo con los ojos. Quiere tragarse el mundo para hacerlo parte de su ser, antes de que baje el telón; la total ceguera física que ella intuye la agarrará algún día, por más que corra por la vida, tratando de no perderse en los laberintos que le salen al paso: "Mi nombre es Gargantúa, que viene de garganta. Debo ingerirlo todo; comerme lo que pueda, saciar este vacío que nada me lo llena. Me como cuanto pueda atrapar con el ojo, enredar en mis redes de cuerdas y tambor, y entre los intersticios del cuero centenario. Me como las tinieblas; el sol no me apetece, como mis desperdicios y me como sus dientes y garras alargadas y dedos de falcón. Con mi olfato demente, yo todo me lo trago. Apesta en Dinamarca; Hámlet lo ha declarado y en el trono de Francia, se corona el rapé" Concluye Gargantúa, "Banquete del horizontes@pucpr.edu Años LVI-LIX Núms. 108-115 Horizontes – primavera / otoño 2013-2016 76

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