Primavera otoño 2020 (Año LXIII Núms. 122-123)

horizontes@pucpr.edu Año LXIV Núm. 124-125 horizontes PRIMAVERA / OTOÑO 2021 PUCPR 15 maquinalmente. “Fórmula hueca, formulismo sin sentido. Lo cierto es que no tienen piedad ni contemplaciones para con nadie y nada les inmuta”. (p. 49) Son esas conductas autómatas las más características, las que lamentablemente se adoptan por los hispanos. Se repite toda costumbre como el disolverse en el anonimato aun con un enorme talento de virtuoso, pero se prefiere interpretar al aire libre; se adquieren objetos que no se necesitan; el vicio y la bebida son moda y status; se llega a renegar de las costumbres, la fe y su música. Los cuentos captan estas transformaciones en lo sustancial, en el simple acto más significativo, sin añadir elemento alguno que nos distraiga del eje central. Esta técnica se desarrolla en cada una de las narraciones y se llega a perfeccionar acostumbrándonos a sentirlo, a vivirla con disfrute, al punto que no extrañamos ningún otro asunto que nos pueda complementar la acción. Al principio nos choca un poco esa condensación tan extrema, pero a medida que nos apropiamos de otros argumentos apreciamos mejor su estilo y nos convence. La mayoría de los conflictos tiene que ver con choques de identidad cultural como el tener que aceptar que el talento, por superior que sea, no se aprecia ni se respeta. Se relaciona con manifestaciones culturales de una idiosincrasia que se concibe inferior. Esto le sucede al músico que interpreta en la calle, en el subterráneo, aun siendo un virtuoso. Es difícil entender un individualismo craso de seres que rechazan el aseo al punto de hacerle la vida imposible a los demás. Igual de imposible es relacionarse con una persona que muestra interés en conocer a otra persona. Este es el caso de una mujer que se interesa por uno de los narradores y lo sigue al bajarse del autobús hasta que lo oye hablar inglés y sale maldiciendo al notar su acento. También lo es caminar por un vecindario para llegar al propio y escuchar cómo le gritan la dichosa palabra de desprecio. Peor aún es ver que los hijos resultan seres totalmente opuestos en carácter e interés y no hay manera de hacerles entender la conducta adecuada. Es necesario seguir adelante y vivir hasta el final. Otro aspecto interesante, y que describe los personajes al mínimo detalle es su lenguaje. El narrador se diferencia de los personajes en el sentido en que trata de usar un lenguaje menos corriente creando una distancia entre sí mismo y los demás casi abismal. Las narraciones en primera persona como “El carterazo”, son obligadamente intensas, sarcásticas, de humor negro y creatividad según la circunstancia en que se desarrollan. Todo el tiempo aparece el ojo sorprendido del narrador estableciendo una gran distancia con sus sorpresas entre los demás personajes y su individualidad. Es una caracterización indirecta que describe experiencias humanas, el origen y las creencias del narrador. “El levante” nos describe un ambiente que le resulta extraño al narrador: “hombres sin camisa, con pantalones de cuero, tatuajes en los brazos, el pecho y aros en las tetillas.” Al final el narrador dice que ha cambiado, que le cobra admiración a esa gente dándonos a conocer su apertura mental; pero es todo otro refuerzo para superar su origen tradicional, su naturaleza, con la que trata de batallar. Esta caracterización indirecta se logra con gestos, acciones o diálogos que demuestran el origen de una conducta, la personalidad de algún ente narrativo. Así sucede en “El pariente navideño”, p. 117-120, una relación inconveniente entre familiares que no se nos describe. Desconocemos la razón para ese tipo de enemistad entre ellos. Solo sabemos que el narrador no esperaba que aquel viniera a saludarlo en su llegada navideña ante los demás parientes. Aunque el incidente que los apartó

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