Primavera otoño 2020 (Año LXIII Núms. 122-123)

horizontes@pucpr.edu Año LXIV Núm. 124-125 horizontes PRIMAVERA / OTOÑO 2021 PUCPR 37 Advino al poder el equipo de eruditos y científicos que encabezaron el cambio. Se les invistió con todas las facultades decisionales respecto a la vida, el bienestar y la supervivencia. En poco tiempo predominaba un panorama totalmente diferente. Las ciudades simulaban ecosistemas fantásticos como nunca nadie había imaginado. El porciento de disidentes que nos negamos a someternos al tratamiento genocibernético tuvimos que abandonar los centros urbanos para establecernos en los bosques y montañas. Vivimos una vida apacible, en abundancia natural, plena y solidaria. Cuando nos aproximamos a los centros urbanos, aunque no se nos permite acercarnos mucho, lamentamos las escenas que se observan: figuras metálicas que se desplazan inexpresivamente entre grandes edificaciones idénticas. El Pretor Su idea comenzó a propagarse de boca en boca. Viniendo de otra persona hubiera sido inconcebible, pero se trataba del Pretor. Los efectos podrían ser desastrosos, propiciar desobediencias, enfrentamientos, violencia, destrucción y huidas desenfrenadas. El sistema total peligraba. En tantos siglos de regulación extrema jamás se había cuestionado de tal forma. Se debía proceder con cautela, pero pronta y eficazmente. Había que contrarrestar disipando toda duda. Atribuirle un mal funcionamiento neurocerebral causante de alucinaciones, delirios y dislates. Sus allegados, colaboradores y partidarios ayudaron en su huida del civilatos. Hacía varias décadas que algunos vislumbraban sus señalamientos. Sin embargo, nadie había logrado articularlo tan certeramente. Alguno que otro se había aferrado en desentrañar la realidad. Los siglos pesaban, abrumaba el proceso. Tan acostumbrados estaban al despegue, aislamiento de los primeros lustros vitales y la niebla que los envolvía que no captaban la deshumanización y la consecuente robotización paulatina. Uno y otro y otro y el otro resultaban copias exactas que solo interactuaban programáticamente. Regían su proceder sin que tuvieran conciencia. Ni con la menor probabilidad podría producirse un desvío conductual. Las imágenes perceptuales estaban predeterminadas. La cognitividad se restringía al fin sistémico y la sensoriedad se dosificaba en extremo. Eran contados los que por algún desvío funcional no lograban el acoplamiento. Sin embargo, tardaban en obtener conciencia, en librarse del letargo general. Tenían que proceder cautelosamente, fingiendo ser como la generalidad. De levantar sospechas serían sometidos al desmembramiento destinado a reemplazos segmentales sujetos a experimentaciones. El Pretor, a pesar de su control propio, desarrollado a través de angustiosas evoluciones, alcanzó primacía. Su agudeza le permitía movilizarse por todos los sectoriales niveladores sin denunciar su funcionamiento autónomo. Logró descifrar los códigos categoriales, aclimatando sus procederes de acuerdo con la nivelación pertinente. Sufrió un terrible desacondicionamiento sensibilizador, cognitivacional y humanizante. Y poco a poco inició sus planteamientos, primero sutilmente, convirtiéndose en objeto de la discusión de los cónsules y concejales, quienes no captaban sus intenciones.

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