Revista Horizontes: primavera/otoño 2017 | Año LX Núms. 116-117

67 proponen, “debe despertar en el hombre actual una inquietud superior”. La poética de este trascendentalismo puertorriqueño se presenta como una que sirva al hombre. Señalando que Ortega y Gasset ha dicho, “la poesía y todo arte versa sobre lo humano y sólo sobre lo humano”. Afirman que “la poesía está en la intimidad de los seres y las cosas”. Según Novalis, “la poesía es la esencia más íntima de la realidad”. Indican además que: La poesía no es la alegría brilladora, estéril. La poesía es más bien un deslumbre interior, una angustia gozosa; es hasta cierto punto, dolor… Y la gracia, sólo la poseen los que saben de la infinita dimensión del dolor y el imposible, que late en la insondable perspectiva del espíritu… No podía ser de otro modo ya que como nos dice Antonio Machado “la poesía es la palabra esencial en el tiempo”. Por otro lado, José Emilio González (1955), afirma en el ensayo “La poesía puertorriqueña 1930-1954” que “hay serias razones para dudar de que se trate de un nuevo movimiento, propiamente, en nuestra poesía”. En este año un grupo de poetas jóvenes —Félix Franco Oppenheimer, Eugenio Rentas Lucas y Francisco Lluch Mora— fundan otro “movimiento” que bautizan con el nombre de “trascendentalismo”. En su manifiesto inicial proclaman que el trascendentalismo “anhela elevar al hombre a un plano de alta espiritualidad, sin olvidar su realidad humana” y aspira a ser “integrador de la personalidad”. Es una reacción contra el “cientificismo sin entrañas, desolador y burgués” y contra “el materialismo sórdido que estrangula al mundo”. Quieren “crear un arte fuerte en su estructura y en su estética, equilibrado en la condición humana. El arte debe tener una realidad trascendente, el hombre”. Prometen: “Trataremos de realizar una obra de ancho aliento universal en que esté presente nuestra agonía”. Los bardos de este grupo, a los cuales se sumó Ramón Zapata Acosta, han publicado sus libros en la Colección Yaurel. También sacaron una revista, “Pegaso”. Sin embargo, hay serias razones para dudar de que se trate de un nuevo movimiento, propiamente, en nuestra poesía. No tan solo se entiende que el Movimiento Trascendentalista fue un “movimiento literario puertorriqueño”, y valga la redundancia, sino que se opina que fue “una escuela literaria fundacional en la literatura puertorriqueña”, tanto es así, que los hechos y los acontecimientos hablan por sí solos. Por otra parte, Francisco Lluch Mora en el ensayo “Trascendentalismo y existencialismo” señala que: Los autores, casi todos jóvenes, cuyo centro de interés era la Universidad para los años del 1945 al 50, unos, poetas, otros, ensayistas, cuentistas, novelistas, etc., cuyo centro de interés era la dinámica humanística, dentro de la filosofía existencial-trascendentalista, son, entre otros, además de los citados fundadores y firmantes del Manifiesto Trascendentalista del 1948: Francisco Matos Paoli, Eugenio Fernández Méndez, Ricardo Alegría, Juan Martínez Capó, Julio César López, Lilliam Pérez Marchand, Gerald-Paul Marín, Rafael Antonio González Torres, Francisco Rivera Landrón, Laura Gallego, Violeta López Suria, Nimia Vicéns, Monalisa Lina Pérez Marchand, Ana Inés Bonnín Amstrong residente en Barcelona, Miguel A. Quirós, Francisco Rojas Tollinchi, Ramón Zapata Acosta, Jorge Luis Morales, José A. Hernández, Héctor Campos Parsi, José Gil Lamadrid, Héctor Landrón Ubiñas, Noel Colón Martínez, Juan Mari Bras, José Luis González, Abelardo Díaz Alfaro, Luis Miranda Correa, César Andreu Iglesia, Rubén Gotay Montalvo, Héctor Barrera, Juan Enrique Colberg, Ester Feliciano Mendoza, Wilfredo Braschi, Aníbal Díaz Montero, Roberto Díaz Nadal, Néstor A. Rodríguez Escudero, René Marqués, Pedro Juan Soto, Ángel Rigau, Olga Ramírez de Arellano de Nolla, Diana Ramírez de Arellano, Elia Sulsona, Francisco Arriví, Manuel Joglar Cacho, José Luis Marín, etc. No obstante, cuando se sostiene que el movimiento trascendentalista fue una escuela es porque varios conceptos se replicarán más adelante en la literatura puertorriqueña y entre los escritores de las próximas generaciones. Estos conceptos son: “dolor, angustia, agonía, la reflexión religiosa sobre la existencia de Dios y el hombre, el hombre como tema central de la poesía, los temas de lo humano y la deshumanización en la literatura, la muerte y el cuestionarse la existencia misma después de la muerte”. Para probar este planteamiento solo hay que colocar los hechos aislados o separados que nadie ha colocado, juntos hasta ahora, para ver por qué este movimiento trascendentalista es una escuela fundacional de la literatura puertorriqueña. En primer lugar, desde la década de 1940 se notaron señales del cambio que va tomando la literatura puertorriqueña y los escritores. Surge la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). En la década del 1940, Luis Hernández Aquino publica el poemario Isla para la angustia: poemas integrales (1943). Desde ya se adelanta el tema de la angustia en la literatura puertorriqueña. Aunque Hernández Aquino lo hace desde el Movimiento Integralista al cual perteneció, no será hasta los postulados del Movimiento Trascendentalista que se forma la escuela y surgen los primeros seguidores de la escuela en la próximas dos décadas de 1950 y 1960. Será a partir de la publicación de los libros Mañana en el alba (1949), de Eugenio Rentas Lucas, Del asedio y la clausura (1950), de Francisco Luch Mora y El hombre y su angustia (1950) de Félix Franco Oppenheimer 18 cuando se avivan las incursiones en el tema trascendentalista de Puerto Rico. Conclusión A la conclusión que podemos llegar es que el tema de El trascendentalismo en el Caribe parte desde 1927 en Cuba según la investigación de Roberto Fernández Retamar, quien presenta su tesis doctoral el 23 de noviembre de 1953 en La Habana, Cuba, pero cinco años antes, los poetas puertorriqueños habían publicado el “Manifiesto Trascendentalista” en 1948, y desde ese entonces, se había

RkJQdWJsaXNoZXIy NzUzNTA=