Revista Horizontes: primavera/otoño 2017 | Año LX Núms. 116-117

70 resplandor de la gloria del Padre, figura de su substancia. (Santaella, 2017) La erudición del autor de Oraciones en verso se constata a cada paso. La nota a “Por estos misterios santos” es esencial para el lector promedio entender la profundidad teológica de sus versos. Sólo un conocedor de la historia de la Iglesia podría dar luz sobre la época y las complejidades históricas que transitan en la lectura profunda de esta oración que pide la intercesión de la Virgen por el bien de la Iglesia, el Papa y los fieles en tiempos de incertidumbre espiritual. Leemos un fragmento: Torna tus divinos ojos hacia tu preciado pueblo. Da a tu Iglesia la victoria y al mundo grato sosiego. Serena las tempestades que, airado, descarga el cielo, y del Pontífice Augusto descarga el dolor acerbo. (Santaella, 2017, p. 161) Así la esclarece el Padre Santaella en la nota aludida: De todas las oraciones aquí estudiadas, esta es la que más referencia hace al momento histórico de su composición. Supone momentos difíciles para la Iglesia Católica por lo que hace pensar en el enciclopedismo francés de la segunda mitad del siglo XVIII y siguiente. De ahí que se pida a la Virgen María la victoria de la Iglesia, sosiego al mundo, descargar el dolor del Papa, que las potestades terrenas sigan los preceptos de Dios y practiquen la justicia y que el gentil abjure de su error. (Santaella,2017, p. 162) En el prólogo al texto, el autor esclarece el porqué de la primacía de las oraciones complementarias al rezo del rosario y en consecuencia, su número mayoritario en el texto. De manos de la doctrina dominica, señala, su devoción se esparce por campos y pueblos desde los albores de nuestra historia colonial bajo el régimen español. Así lo atestigua Fray Ínigo Abbad y Lasierra a finales del siglo XVIII en la ya citada Historia geográfica, civil y natural de la Isla de San Juan Bautista de Puerto Rico de 1782. Destaca en parte Abbad y Lasierra: Estos isleños son muy devotos de Nuestra Señora: todos llevan el Rosario al cuello, lo rezan por lo menos dos veces al día; todas las familias lo empiezan con este santo ejercicio, algunas lo repiten al mediodía, sin omitirlo en la noche… (Abbad y Lasierra, p. 504) La continuidad de esa devoción se confirma una y otra vez en las páginas de este valioso libro del Padre Santaella, escrito a finales del siglo XX y publicado a principios del XXI, a más de 200 años del comentario de Abbad y Lasierra. “Quien bendijo este cáliz”, oración que don Marcelino Navedo Martínez siempre rezaba como última oración de su rosario, comprueba de primera mano lo antes dicho. Dice, en parte: Quien bendijo el cáliz la noche y la cena bendiga esta casa y a los que estamos en ella. ……………………………………….. Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del altar, la pura y limpia Concepción de nuestra señora la Virgen María, concebida sin mancha de pecado original su ser santísimo natural. Amén. (Santaella, 2017, p. 167, 168) Por la alusión al Santísimo Sacramento y a la Inmaculada Concepción, nuestro antólogo considera que esta oración debió ser compuesta a raíz de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción en 1854. Apunta también que los primeros Hermanos Cheos, asociación de laicos que surgió a raíz de la Guerra Hispanoamericana, siempre la rezaban al comenzar sus predicaciones. Es obvio estos versos llevan mucho más de un siglo rondando las voces de rezadores devotos del rosario. Como nota al calce, es propio señalar que entre las publicaciones del Padre Santaella se distingue Historia de los Hermanos Cheos, libro medular para el estudio de esa centenaria organización de laicos comprometidos puertorriqueños. Señalamos al principio del comentario de las oraciones recopiladas que uno de los disfrutes del lector de este libro es el encontrar versos que aprendió en su niñez o que aún perviven en su comunidad. Esa fue mi experiencia al leer entre los versos de “A la Santísima Cruz”, la siguiente estrofa: Las cuentas de este Rosario son de Jesús y María que todo el infierno tiemble en diciendo: ¡Ave María! ¡Ave María sin pecado concebida! (Santaella, 2017, p. 211) La oración es del conjunto rescatado por don Marcelino Navedo Martínez, de Vega Alta, como sabemos uno de los informantes primarios del Padre Santaella. Esa misma estrofa la escuchó mi esposa, Aida Luz Caraballo García, de boca de su Madrina Casilda, comadrona y rezadora del barrio Duey de Yauco a mediados del siglo pasado. La única diferencia se encuentra en el verso segundo, que en la versión de Vega Alta reza: “son de Jesús y María”. La versión yaucana rezaba: “son balas de artillería”. En la nota al calce, Santaella certifica que así (“son balas de artillería”), aparece en el ensayo que Manuel Fernández Juncos escribió sobre la Fiesta de Cruz a finales del siglo XIX. Probablemente don Marcelino era pacifista y eso de que las cuentas del Rosario fuesen “balas de artillería” no le acomodaba bien. Un rasgo común a la literatura de orden popular en cualquier parte del mundo es que cuando recibe un texto de

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