Revista Horizontes: primavera/otoño 2017 | Año LX Núms. 116-117

71 otro país o región se siente libre de adaptarlo a su propio entorno y necesidades. Algo de esto ocurrió con la copla “Por la calle de Larito”. Resumen de las principales virtudes del santo de Asís, adquiere rasgos puertorriqueños en la zona montañosa central del país: Por la calle de Larito va mi padre San Francisco en la mano lleva un pan y en la otra lleva un Cristo. (Santaella, 2017, p. 222) Así la versó Felipa Rivera, del barrio Castañer de Lares al antólogo, quien comenta en la nota al calce que Larito es el diminutivo del pueblo de Lares, de donde procede la oración. Para culminar con este recorrido poético-devocional, regresemos al principio de este comentario, a la cubierta inferior del libro, donde aparece una reproducción de la pintura que recuerda el primer milagro de la Virgen de Monserrate en Hormigueros. Sobre esta, la siguiente oración: Detente animal feroz y pon tu rostro en la tierra que primero nació Dios antes de que tu nacieras. (Santaella, 2017, p. 286) El Padre Santaella nos ha comentado que la aprendió de niño y que “se rezaba cuando se tenía que pasar por algún lugar donde hubiera algún animal peligroso, por lo regular, perros, toros bravos, que te pudieran atacar.” (Santaella, 2017, p. 286). Si observamos el cuadro aludido, la oración sobrepuesta semeja una reproducción verbal de la imagen pictórica. En la misma el labriego en peligro, Gerardo González, aparece en pie frente a un toro fiero. Sobre el toro, sobre una nube en el cielo, la Virgen. Entre el rostro de Gerardo González y la Virgen, escrita, la súplica del labriego: “Favoréceme, divina Señora de Monserrate.” El toro obediente a la Virgen, según registra un documento de la época, “dobló las rodillas y bajó la cabeza hasta el suelo sin hacer mal al afligido”. (Teodoro Vidal, 2003, p. 6) Así resume el relato Teodoro Vidal en La Monserrate negra con el Niño blanco: una modalidad iconográfica puertorriqueña , ensayo investigativo sobre una serie de tallas de La Monserrate que muestra la particularidad de representar a la Virgen morena y al pequeño Jesús, de tez blanca. Los versos recordados por Santaella, también son registrados en este estudio. Mas, al igual que ocurre con el verso segundo de “A la Santa Cruz” y la versión de la rezadora yaucana de mediados del siglo pasado, la versión que registra Teodoro Vidal difiere en el segundo verso de la que recuerda el Padre Santaella. Oraciones en verso registra: “y pon tu rostro en la tierra”; la versión de La Monserrate negra versa: “hinca tu rodilla en tierra”. (Vidal, 23). Si apreciamos nuevamente el cuadro de la Iglesia de Hormigueros, podremos validar ambas versiones. Vidal ubica el suceso milagroso y el inicio del culto mariano de la Virgen de Monserrate a finales del siglo XVI. Esta aseveración le hermana con la posición histórico-cultural del estudioso de las letras puertorriqueñas Luis O. Zayas Micheli, quien en su libro Catolicismo popular en Puerto Rico , ubica la primera aparición en el último tercio del siglo XVI. Para Zayas Micheli esta aparición no sólo da inicio al culto mariano a la Virgen de Monserrate, sino que cristaliza la identidad religioso-cultural puertorriqueña. Afirma Zayas Micheli: Así se llega a la síntesis espiritual entre la geografía puertorriqueña y la extranjera cimarronería. En esa concentración mítico religiosa la realidad geográfica de Puerto Rico se incorporó a la conciencia de la extranjera cimarronería. Lo que hizo surgir las palabras españolas con semántica puertorriqueña. De manera que el español puertorriqueño, ese español que expresa lo vernáculo, lo propio y particular puertorriqueño, emerge del mismo momento en que, por medio de la proyección de la Virgen, los cimarrones le dan significado a la realidad puertorriqueña. Con la puertorriqueñización del catolicismo surgió el español puertorriqueño. (Zayas Micheli, 1990, p. 46) Ambos estudiosos vinculan el suceso religioso con los orígenes fundacionales de la cultura puertorriqueña. El libro del Padre Santaella sustenta esa teoría apoyado en la memoria colectiva y abona al planteamiento del valor esencial de la poesía religiosa popular en los orígenes de la cultura literaria de nuestro país. En el capítulo tercero de la Primera parte de Oraciones en verso , donde se hace, hemos señalado, una revisión de la poesía religiosa de Puerto Rico en tiempos del régimen colonial español, nuestro antólogo comenta el valor histórico-literario del primer texto de poesía religiosa publicado en Puerto Rico. El mismo consiste en una recopilación de poesía devocional publicada en 1812 por el misionero capuchino Manuel María Sanlúcar bajo el título de Cuadernito de varias especies de coplas muy devotas . Unas décadas después y bajo la firma del propio Sanlúcar, se publica en España un Breve manual cristiano, instructivo y devoto para el común del pueblo fiel (1847), que incluye décimas utilizadas en el rezo del rosario. Una de ellas aún se escucha entre los devotos puertorriqueños. La presentamos como apostilla al trabajo del Padre Santaella: Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen Sagrada María yo te ofrezco en este día alma vida y Corazón, míranos con compasión, no nos dejes, Madre Mía. (Rivera Rivera, 1981, p. 164-165) Escrita probablemente por el fraile franciscano Antonio Parés (1625-1676), según la investigadora María Cadilla de Martínez (Cadilla, 331); aprendida por muchos

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