Revista Horizontes: primavera/otoño 2017 | Año LX Núms. 116-117

74 perspectiva singular del que viene de otra parte. Para esta voz, los espacios de Puerto Rico se le antojan menudos y como femeninos en comparación con su geografía original. Por eso hablará en su descripción de “isla de palma/apenas cuerpo, apenas…apenas posadura sobre las aguas”. Aquí la mirada del hablante lírico se vuelve subjetiva enfrentándonos a su particular modo de ver la exterioridad que se le presenta. Después, al hablar de su belleza, el “yo” se incluye en la geografía para exaltarla desde el conocimiento de un espacio de ensueño -que al vivirlo- también lo hace suyo: “Isla de amaneceres de mí gozada…Isla en caña y café apasionada/tan dulce de decir como una infancia/ bendita de cantar como un ¡hosanna!”. Sin embargo, va más allá del espacio físico y nos sumerge en su historia y en su devenir. Esta Isla se le antoja ahora como niña. En la mirada infantil al Puerto Rico al que describe, hace alusión a los factores histórico- políticos y al aparato colonial que la hace sentir inhábil. Por eso yace “trémula de alma”, pues vive en la incertidumbre de una identidad impuesta y de su falta de libertad y de dominio histórico. Toca en este punto la realidad y la hace suya desentrañando el sentimiento de melancolía y desasosiego al interior del alma isleña: Sirena sin canción sobre las aguas ofendida de mar en marejada: Cordelia de las olas, Cordelia amarga! La voz poética comparte su turbación y desea para ella su independencia y la recuperación de la sacralidad del espacio. Por eso, pide a los Arcángeles que la salven, y, en este punto, demuestra un yo poético en cuyo “nosotros”, hace surgir su identidad plural unida, en este caso a la puertorriqueña: “Te salven los Arcángeles de nuestra raza”. Podemos aludir, aquí, a su visión mundonovista no solo por el tema nacional puertorriqueño, sino también por su espíritu inconforme y sus ansias de renovación. Esta mirada política establece coincidencia con el epígrafe del poema que está dedicado a Evaristo Ribera Chevremont , quien fuera defensor acérrimo de estos ideales. Tal unión de ideología y de raza es precisamente la que confirma Gabriela Mistral en su discurso pronunciado en la Universidad de Puerto Rico: “Yo agradezco a esta noble Universidad el que saliendo yo de mi trabajo universitario de Estados Unidos, me permita hablar y servir a la raza mía, aunque sea de paso, antes de mi regreso a Europa…Debo, pues, a ustedes desde la pisada en tierra latinoamericana hasta este espacio de aire en que respiran gentes que son de mi casta, de mi ideología, de mis gestos. Las Antillas constituyen grecas del trópico sudamericano en cuanto a botánica, pero son también miembros de este cuerpo místico que forma una cultura común” . La identidad del sujeto en este poema es ya un “nosotros” de una identidad abierta y expansiva, en este caso, a lo puertorriqueño. De igual forma lo puertorriqueño se mira desde el crisol de lo latinoamericano -del que se le apartó bajo el colonialismo norteamericano- devolviéndole su origen natural. Enfatiza, además, desde una mirada cristológica, que estamos contenidos en un mismo “cuerpo místico” en el que aparecemos indisolublemente conectados como hermanos. La otredad puertorriqueña en función de la formación identitaria del sujeto Jorge Larraín alude en El concepto de la identidad alude a tres influencias poderosas que conforman al sujeto. La primera es estar íntimamente conectado al grupo en relación con los otros. El sujeto se reconoce en presencialidad genuina cuando adquiere conciencia de estar “ante otro”. Solo en la otredad el ser humano se proyectará más allá de sí mismo experimentando la necesidad de constituirse como identidad. De alguna manera el sujeto queda internalizado y auto reconocido en la medida en que es reconocido a su vez por los otros. De los poemas dedicados a Puerto Rico, el que mejor muestra la figura de la “otredad” como ente constitutivo del sujeto, es “Gracias en el Mar”. En este caso, ese “otro” es un “tú” con identificación concreta en la realidad. Se trata de Margot Arce a quien la voz poética agradece por todos los momentos compartidos. En el poema, aludirá a detalles en los que ese “tú” la ha convocado. Por si pones al comer plato mío, miel, naranjas, …por si cantas para mí, con la roja fe insensata; por si mis espaldas ves en el claro de las palmas, para ti dejo en el mar; ¡gracias, gracias! Vemos que en el último verso de cada estrofa- como en este- se repetirá la frase “¡gracias, gracias!” para resaltar la infinita gratitud que siente por todo lo que ella le otorgó con su amistad. El agradecimiento va en crecida hasta hacerse superlativo cuando pide para ella que: “de la muerte seas librada”. También mandará “oro en la ráfaga” como coparticipación de lo eterno en la gratuidad de la amistad cultivada. De esta forma, lo que era pasajero y fugaz en su tránsito por la Isla, adquiere la consistencia de un encuentro fijado que traspasa el espacio y el tiempo. Se dará- igualmente- una reciprocidad en ese vínculo y en esa gratuidad, pues tras la muerte de Gabriela Mistral, Margot Arce escribe el libro Gabriela Mistral: persona y poesía, como homenaje también al carácter trascendental que tuvo también ella en su vida. La materialidad y la otredad en la constitución del sujeto abierto a lo latinoamericano y a lo místico En los poemas “Beber” y “Agua” en los que hace referencia a Puerto Rico, están estrechamente imbricados los

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