alocución de s.e.r. carlos cardenal amigo vallejo, ofm
pontificia universidad católica de puerto rico
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La sociedad puertorriqueña necesita de la Universidad, pues sin
investigación, sin un estudio profundo y continuado en busca de
la verdad, resulta ilusorio querer adentrarse con cierta seriedad
en un trabajo con futuro. La investigación y el estudio son tareas
inaplazables. En no pocas ocasiones, parece como si se hubieran
unido la ambigüedad y la superficialidad. Afirmaciones rotundas
sin la garantía del dato contrastado, sin la profundidad de una seria
reflexión. A la falta de conocimiento objetivo se une el prejuicio,
que soslaya la verdad comprobada. Si no se sigue ese camino con
fidelidad, veremos el triunfo de lo superficial, lo aproximativo, el
interés partidista, un academicismo de salón que da un valor que no
le corresponde a una teoría sin documentar y, como resultado, un
conocimiento dañado y una verdad prostituida.
Hay necesidad de la reflexión y del pensamiento. Habrá que suscitar
un amplio debate cultural sobre los valores fundamentales en los
que se apoya la dignidad de los hombres. Necesitamos de la teoría y
del concepto, del diálogo permanente, del trabajo del pensamiento.
Tan lejos, desde luego, de una ilustración decadente y sectaria como
de un pragmatismo efímero de resultados inmediatos.
actualidad en continuidad
Si la erosión y la decadencia de los valores morales y religiosos ha
sido grande, no cabe duda que mucho ha de ser el esfuerzo a realizar
para conseguir una verdadera renovación moral y religiosa. Tanto
la capacidad del hombre como la indudable asistencia de Dios hacen
siempre posible la esperanza.
Las dificultades no pueden ser una excusa para abandonar el seguir
trabajando con empeño en el reconocimiento de lo que es justo y
bueno. Porque la enseñanza y la educación son siempre un espacio
privilegiado para la defensa del más incuestionable de los derechos:
el reconocimiento de la persona como un valor inapreciable.
Mas, para ello habrá que unir ciencia y sabiduría. Calidad de
enseñanza en su sentido más amplio y completo. La ciencia es
conocimiento. Y la sabiduría, amor. Y solamente conjuntando
y uniendo, se puede llegar a lo que el hombre merece en justicia:
el derecho a ser y a vivir con la dignidad que como a persona le
corresponde.
“La Universidad encarna, pues, un ideal que no debe desvirtuarse ni
por ideologías cerradas al diálogo racional, ni por servilismos a una
lógica utilitarista de simple mercado, que ve al hombre como mero