24
pontificia universidad católica de puerto rico
puede alterar, como en el caso del idioma español o casos
donde el sistema político no tiene la armonía de resolver
sus conflictos, como el caso del divorcio por mutuo
consentimiento o los derechos de visita de los abuelos.
Allí vimos a los grandes juristas de esta tierra, como
José Trías Monge y Raúl Serrano Geyls, rebeldes contra la
mediocridad y ejemplos del rigor de la excelencia y de la
búsqueda de nuevos cauces en la conciencia jurídica para
hacer justicia.
Completamos nuestro recorrido y llegamos a nuestra
casa de estudios, donde reflexionamos. Recordamos
entonces a nuestros antiguos profesores: a Jaime Álvarez,
que nos exigía pensar por nosotros mismos; a Héctor
Estades, que nos emocionaba con su exigencia de que no
perdiéramos la capacidad de indignarnos; a Pablo García
Rodríguez, que nos exigía bosquejos diarios para enfatizar
que no hay nada como estar preparado; a Miguel Velázquez,
quien nos motivaba a que buscáramos la premisa
inarticulada detrás de los casos.
Aquí entonces vimos las caras conocidas de nuestro
medio. Pero llegamos diferentes. Sensibles a que otros
seres dependen de nuestro quehacer para su libertad y sus
condiciones de vida.
Entendíamos que hacer derecho no es aplicar los
precedentes y la ley, pues eso lo hace una máquina mejor
que el hombre. Hacer justicia es aplicar valores, fruto de
la conciencia reflejada en el Derecho a una situación de
conflicto. No es leer mucho y entender poco. Por ello el
balance de los interese siempre conlleva una adjudicación
de prioridades y valores y, para eso, se necesitan mentes
libres e informadas. De eso se trata, de pensar, informarse
y sentir. La justicia no mira las partes, pero sí mira las
razones y los sentimientos, pues estos reflejan valores y eso
no lo puede hacer una máquina.