homilía misa actos de juramentación y toma de posesión del hon. alejandro garcía padilla
como el décimo gobernador del estado libre asociado de puerto rico
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muchísimos más los jóvenes sanos que los que han
caído en las drogas; son más los empleados públicos
honestos, desprendidos y laboriosos que aquellos
que defraudan la confianza del pueblo; son más los
excelentes maestros y maestras, policías y bomberos,
enfermeras y enfermeros que dan lo mejor de sí, que
aquellos que por diversas razones han perdido el sentido
del servicio público. Son más los abuelos y abuelas que
aman, unen, cuidan a sus nietos y nietas que los que no
lo hacen; son más los que aman y custodian la familia
y el matrimonio entre hombre y mujer, con todas sus
dificultades, como instituciones irremplazables para
perpetuar la humanidad.
12. Todo lo anterior lo decimos, para significar que
en Puerto Rico no todo está perdido, que no hay
razón para perder la fe, los sueños y los anhelos, o
desanimarse como los que andan sin la esperanza
que es nuestra en Cristo Jesús. Es sobre este Puerto
Rico, humano y solidario, trabajador y honesto,
sacrificado y comprometido, religioso y cristiano, y
con algunas pequeñas y hermanas comunidades
de judíos y musulmanes, que se debe comenzar el
proyecto del Puerto Rico que queremos todos y todas.
Puerto Rico, aunque se estremece por los fuertes
vientos de la criminalidad y otros males sociales, no
se derrumba porque sus cimientos son sólidos, porque
sus fundamentos son fuertes, porque se sostienen por
la fe en Dios que es la única fuerza capaz de sostenerlo
en los tiempos difíciles, en los tiempos en que parecen
jamaquearse hasta el derivo todas nuestras instituciones
y nuestro futuro. Como el apóstol Pedro, únicamente
nos podemos hundir en el abismo de las aguas cuando,
empezamos a temer y a vacilar, cuando dejamos de creer
en que Dios no nos auxiliará, y que aún no es capaz de
sostenernos.
13. El nuevo gobernador, que a partir de mañana asumirá
la tarea de gobernar a Puerto Rico, a un Puerto Rico con
tantos desafíos, tal vez se pregunte como el salmista:
“¿De dónde me vendrá el auxilio?” La respuesta nos la
da el mismo salmista: “El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.”
(Sal 120, 1b.2)
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