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pontificia universidad católica de puerto rico
al Ejército, la Marina y los Tribunales de Justicia, representación
diplomática y administración general del país».
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Una lectura de esa agenda, junto al Pacto de Unión Permanente de 1976,
solo puede invitar a una reflexión sobre las similitudes de muchos de los
planteamientos autonomistas a lo largo de los siglos y sin distinguir los
diferentes actores. Luis Muñoz Rivera, el joven líder autonomista de
entonces, ya intimaba las esencias del difícil camino de esa visión política.
Escribía y distinguía: «[L]a autonomía neta que no encaja en el sistema
colonial español, y que jamás nos concederán los gobiernos de Madrid, y
la descentralización a que aspiramos hoy, y que obtendremos al cabo sin
necesidad de colosales sacrificios, siempre que sepamos avanzar en firme,
y desdeñar todo romanticismo estéril».
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Lo sucedido con Baldorioty, el Partido Autonomista y los compontes nos
lo relata de manera elocuente Elsa Tió y, por su dimensión propia, se cita
en extenso:
Palabra a palabra Baldorioty fue construyendo una patria y con su ejemplo
fue juntando voluntades, logrando consensos, y defendiendo con pasión
y con su vida el ideal autonomista. Tras años de ardua campaña a favor
de la autonomía, en la que Baldorioty demanda derechos individuales,
liberalidad de comercio, industria y enseñanza, el 14 noviembre de 1886
publica una convocatoria para celebrar una Asamblea en Ponce en el año
de 1887. Sesenta y dos de los setenta pueblos de la isla llevan delegados,
y reunidos en el Teatro La Perla intentan solventar las discrepancias
y debates que dividían al partido. Las divisiones no son nuevas, en el
origen mismo del Partido Autonomista chocan dos visiones diferentes
que plantean qué tipo de autonomismo debía prevalecer.
Existían dos facciones: la de Baldorioty y la de Labra. Baldorioty
respaldaba la autonomía canadiense, que era superior y más radical. Ante
la visión autonomista impulsada por Labra y el Partido Autonomista
Cubano, la opinión se manifestó en contra de Baldorioty en la Asamblea.
Baldorioty, quien a pesar de la superioridad de su doctrina, se avino con
espíritu conciliador por entender que la fórmula de Labra era más realista
que la suya, al adecuarse a las condiciones de la opinión española. Labra,
66 Íd., p. 75.
67 Citado en José Trías Monge, Historia Constitucional de Puerto Rico, Vol. I , supra, pp 78-79.