Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
167
“Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó,
estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con
Cristo - por pura gracia estáis salvados -, nos ha resucitado con
Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con Él. Así muestra a los
siglos venideros la inmensa riqueza de su gracia, su bondad para
con nosotros en Cristo Jesús” (Ef. 2, 4-7)
He querido comenzar la homilía con este texto de la Carta de
Pablo a los Efesios, porque resume maravillosamente la acción que
Dios, rico en misericordia, ha obrado en nosotros, en cada uno de
los que estamos aquí presentes, y en cada uno de nuestros
queridos radioyentes, pues estando muertos por los pecados, nos
ha hecho vivir con Cristo. Y por si no lo habíamos entendido, Pablo
lo recalca: por pura gracia, por pura misericordia, estáis salvados.
En realidad el texto es un canto a la bondad y poder de Dios, que
ha obrado con nosotros tales maravillas: nos ha dado la vida con
Cristo, no ha resucitado con Cristo y nos ha sentado en el cielo con
él. Literalmente habría que traducir: con-vivificó, con-resucitó, y
co-sentó con él, verbos que indican la íntima unión entre los
bautizados y Cristo, entre la cabeza y los miembros.
Añade San Pablo que Dios ha querido obrar así con los hombres
para mostrar a los siglos venideros, la inmensa riqueza de su gracia
y su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
Agradezco la invitación que me hiciera el Padre Anthony Gramlich,
Rector del Santuario y la Comunidad de los Padres Marianos de la
Inmaculada Concepción, para presidir esta Eucaristía en honor de
a Divina Misericordia, en el Sexto Encuentro Latino, en el Santuario
Nacional de la Divina Misericordia en Stockbridge, Massachussets,
que este año 2010 cumple su cincuenta aniversario, un honor y
privilegio que deseo compartir con todos los presentes.
Estoy convencido, cada día más convencido, de las palabras del
Papa Juan Pablo II, el Papa de la Divina Misericordia, que: “Fuera