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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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pobreza interior de cada hombre, porque: “Así como en los teatros,

cuando todo se acaba y los que representan se retiran y se quitan

el traje, los que antes parecían reyes o pretores, aparecen ahora tal

y como son, con todas sus miserias, así, cuando viene la muerte y

concluye el espectáculo de esta vida, depuestos los disfraces de la

riqueza y de la pobreza, solo por sus obras se juzga quienes indignos

de gloria” (termina la cita).

Ante la experiencia cotidiana de la muerte, de la que se hace

participe nuestra humanidad, el cristiano repite incansablemente:

Creo en la vida eterna. Y en esta dimensión de vida se encuentra la

realización del hombre en Dios mismo. Creado a imagen y

semejanza de Dios, el hombre alcanza la plenitud de esta

semejanza en la visión de Dios: Sabemos que seremos semejantes a

Él, porque le veremos tal cual es (1 Jn. 3,2).

El cristiano vive para morir, pero muere para Vivir y no morir más,

pero muere para Vivir, y no morirá más. Esta es nuestra fe nuestra

esperanza, como nos lo ha recordado el Papa: “Jesús con su

muerte en la cruz y con su resurrección nos ha revelado su rostro, el

rostro de un Dios tan grande en el amor que nos ha dado una

esperanza inquebrantable, que no siquiera la muerte puede

resquebrajar, pues la vida de quien confía en este Padre se abre a

la perspectiva de la felicidad eterna”.

Si tuviera que definir a Freddy diría que fue una persona vibrante. Su

vida fue una sinfonía viviente. Desde el momento en que lo recibo

en mi oficina de Decano, descubrí que la música era música era su

pasión. Los hechos lo confirmaron. Trabajó con ahínco y

determinación en la misión que se le confió de llevar el

Departamento de Música a lo alto, y les puedo asegurar que no

escatimó esfuerzo ni gestión alguna por lograrlo. Su creatividad lo

impulsaba a dar de sí el máximo. Siempre dispuesto a colaborar

cuando se le necesitaba. A él tiene que agradecerle, junto con

Melvin Maldonado, su creación, el todavía joven coro de la

Catedral de Ponce, del que se tuvo que retirar como organista por

su delicada salud. Persona sencilla, afable, sumamente respetuosa,

recuerdo su abierta sonrisa. Su gran sueño hubiera sido poder un

día dar un gran concierto con alumnos salidos de la Católica.

La enfermedad ya lo había visitado anteriormente, y me consta

que su espíritu salió renovado y fortalecido y agradecido

espiritualmente.

Hoy lo recordamos con cariño, como profesional, músico, profesor,