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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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muchas mejoras académicas y físicas en el Campus, la plataforma

levantada para el programa de Avaluó, el prestigio personal, su

capacidad de trabajo, son sólo botones de muestra de los logros

alcanzados. Ignoro, repito, si Con la ayuda de Santa Teresa, pero

algo habrá tenido que ver.

Estoy seguro que recojo el sentir unánime de toda la comunidad

universitaria: Corporación, Junta de Síndicos, administración,

facultad, estudiantado, y personal de mantenimiento, para a

nombre de todos agradecer, primero a Dios, dador de todo bien,

pero también agradecer a quien por tantos años laboró y caminó

codo a codo, y particularmente en los últimos seis años como

Presidenta, con y al frente de la familia universitaria.

Yo tuve el atrevimiento de solicitar al Santo Padre, a través del

Señor Delegado Apostólico, una bendición y reconocimiento para

la pasada presidenta, por todo su trabajo a favor de la Universidad

y de la Iglesia, y la respuesta ha sido que el Santo Padre le ha

concedido a la Sra. Marcelina Vélez de Santiago la Medalla Pro

Ecclesia et Pontífice, medalla que se concede precisamente a

aquellas personas que se han distinguido por su empeño y

dedicación a la causa de la Iglesia. Haré entrega de la misma en el

momento oportuno de esta celebración.

Y si Santa Teresa fue la mujer que hace seis años invocaba como

intercesora, “cómplice”, en cuanto intercesora, de los motivos de

reconocimiento y agradecimiento a nuestra querida pasada

Presidenta, que hoy nos convocan, no quisiera dejar pasar por alto

las lecturas que también hoy, 21 de diciembre, fecha muy cercana

a la Navidad, se han proclamado invitándonos a la alegría y a la

celebración del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, eje y

centro, y razón de ser, de todo nuestro quehacer universitario.

El breve fragmento de Sofonías que hemos escuchado en la

primera lectura es un himno, al gozo y a la alegría, a los que el

profeta invita al pueblo de Israel al experimentar casi

tangiblemente la salvación y el amor que el Señor tiene con su

pueblo: “Da gritos de alegría, Sión; exulta de júbilo, Israel; alégrate

de todo corazón, Jerusalén”… No tengas miedo, Sión, que tus

brazos no flaqueen; el Señor tu Dios en medio de ti, es un salvador

poderoso.

La alegría es también tema destacado en el encuentro entre las

dos madres, María e Isabel y los dos niños que levan en sus

entrañas, Jesús y Juan Bautista. El evangelista San Lucas resalta el