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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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la alegría, la alegría que nace del alma, del servicio al Señor, que

viene de Dios fuente de la alegría, del Dios que alegra vuestra

juventud. Os daré una clave de cómo alcanzar la alegría. Alegría

como sinónimo de gracia; tristeza, sinónimo de pecado. Un santo

triste es un triste santo…

Queridos seminaristas, los desafíos son grandes y complejos. Pero no

olviden que los grandes hombres se han hecho en la forja del

esfuerzo y del sacrificio y de grandes ideales. No escatiméis

sacrificio alguno. Vale la pena.

Quiero expresar mi agradecimiento y grande estima a los padres y

familiares, implicados en la vocación de sus hijos. En primer lugar

agradecer su generosidad en ofrecer al Señor lo mejor de ustedes,

sus propios hijos. Son participes de su vocación. Por eso me atrevo a

pedirles que les apoyen con la oración, el sacrificio, el ejemplo. Y

finalmente, una recomendación al comienzo del nuevo curso: Que

la Sma. Virgen María Madre y educadora, bajo cuya sombra y

protección creció y se educó Jesús, sea faro y luz que ilumine

vuestros afanes y desvelos, y guía que os lleva a puerto seguro, que

no es otro que su Hijo Jesús, para que un día podáis sentaros en la

Mesa del Señor con humildad, y proclamar la verdad del Evangelio

de la salvación en calidad de sacerdotes del Señor.