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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Condena a Jesús en contra de lo que le dicta la conciencia. Su

mentira va más allá de las palabras, miente con su cobardía, con

su conducta. Jesús en cambio, opta por la verdad: “Para esto nací

y para esto vine al mundo, para ser testigo de la verdad”.

Decía el Papa Pablo VI, a quien dicho de paso, admiro mucho, que

el mundo de hoy está necesitado más que de maestros, de

testigos.

Y hoy se necesitan testigos dispuestos a proclamar y a defender la

verdad. Vivimos en un mundo donde la verdad se cuestiona.

Cuando el Papa Benedicto XVI habla del relativismo moral como

una de las notas distintivas de la sociedad, es porque se cuestionan

conceptos como el de verdad, libertad, justicia, conciencia,

bondad, y otros. Pero yo diría, el más afectado es el de la verdad.

Por eso considero imprescindible y prioritario que el seminario sea

forja de la verdad, de hombres testigos de la verdad, que estén

dispuestos a seguir a Jesús, nacido para la verdad, porque su

esencia es la verdad: Yo soy la Verdad, luz verdadera que ilumina a

todo hombre.

Lleva razón Benedicto XVI cuando dice que ser sacerdote es “la

aventura mas interesante para el mundo”, de ser otros Cristo

nacidos para ser testigos de la verdad, de prolongar la acción de

Cristo en el mundo.

Queridos seminaristas, ser sacerdote es una gran vocación que han

elegido. E retracto, una vocación para la que Dios les ha llamado y

escogido. La vocación es un don de Dios, que se debe cuidar y

guardar, con humildad y con verdad.

He señalado en particular dos lumbreras que iluminan el camino

que lleva a Jesús, y que lleva a Jesús, la humildad y la verdad. Hay

otras muchas lumbreras. De San Agustín, cuya fiesta celebramos

ayer, os recordaré el dicho que os puede ser de gran ayuda:

“Serva ordinem et ordo servabit te” Guarda orden y el orden te

guardará a ti.

Os podrá hablar del estudio, de la oración, del sacrificio, de la

lectura asidua de la Sagrada Escritura, de la Eucaristía, del juego,

de la fraternidad, de la dignidad sacerdotal, del silencio de Dios y

tantas y tantas otras lumbreras que podéis encontrar en el camino,

tendréis oportunidad de encontrarlas.

Pero os quiero mencionar una, en particular, que no puede faltar: