Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
156
Condena a Jesús en contra de lo que le dicta la conciencia. Su
mentira va más allá de las palabras, miente con su cobardía, con
su conducta. Jesús en cambio, opta por la verdad: “Para esto nací
y para esto vine al mundo, para ser testigo de la verdad”.
Decía el Papa Pablo VI, a quien dicho de paso, admiro mucho, que
el mundo de hoy está necesitado más que de maestros, de
testigos.
Y hoy se necesitan testigos dispuestos a proclamar y a defender la
verdad. Vivimos en un mundo donde la verdad se cuestiona.
Cuando el Papa Benedicto XVI habla del relativismo moral como
una de las notas distintivas de la sociedad, es porque se cuestionan
conceptos como el de verdad, libertad, justicia, conciencia,
bondad, y otros. Pero yo diría, el más afectado es el de la verdad.
Por eso considero imprescindible y prioritario que el seminario sea
forja de la verdad, de hombres testigos de la verdad, que estén
dispuestos a seguir a Jesús, nacido para la verdad, porque su
esencia es la verdad: Yo soy la Verdad, luz verdadera que ilumina a
todo hombre.
Lleva razón Benedicto XVI cuando dice que ser sacerdote es “la
aventura mas interesante para el mundo”, de ser otros Cristo
nacidos para ser testigos de la verdad, de prolongar la acción de
Cristo en el mundo.
Queridos seminaristas, ser sacerdote es una gran vocación que han
elegido. E retracto, una vocación para la que Dios les ha llamado y
escogido. La vocación es un don de Dios, que se debe cuidar y
guardar, con humildad y con verdad.
He señalado en particular dos lumbreras que iluminan el camino
que lleva a Jesús, y que lleva a Jesús, la humildad y la verdad. Hay
otras muchas lumbreras. De San Agustín, cuya fiesta celebramos
ayer, os recordaré el dicho que os puede ser de gran ayuda:
“Serva ordinem et ordo servabit te” Guarda orden y el orden te
guardará a ti.
Os podrá hablar del estudio, de la oración, del sacrificio, de la
lectura asidua de la Sagrada Escritura, de la Eucaristía, del juego,
de la fraternidad, de la dignidad sacerdotal, del silencio de Dios y
tantas y tantas otras lumbreras que podéis encontrar en el camino,
tendréis oportunidad de encontrarlas.
Pero os quiero mencionar una, en particular, que no puede faltar: