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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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acomodéis, les escribía, al mundo presente, antes bien,

transformaos mediante la renovación de vuestra mente, de forma

que podáis distinguir cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo

agradable, lo perfecto”.

Ha llegado el momento de poner en práctica lo que habéis

aprendido en el salón de clases. Ahora os toca demostrar la clase

de profesionales cristianos que sois. Os aseguro que no será tarea

fácil. La competencia es grande, las envidias, las zancadillas, las

tentaciones, los sobornos están a la orden del día.

“Nos os acomodéis al mundo presente”. San Pablo se refiere a la

manera de pensar y a los criterios del mundo contrario y enemigo

de Dios. Juan Pablo II diría, y lo dijo: “al secularismo creciente que

trata de excluir a Dios y a la verdad religiosa de los asuntos

humanos”, “al relativismo insidioso que socava la verdad absoluta

de Cristo y las verdades de la fe”; a la tentación de los creyentes a

tratar las verdades cristianas como si fuesen una colección de

creencias y opiniones entre otras muchas cosas”; “al consumismo

materialista que ofrece promesas aparentemente atractivas; pero

realmente vacías y que procuran la comodidad material al precio

de un vacio interior”; al hedonismo seductor que ofrece toda clase

de placeres que nunca satisfacen plenamente el corazón

humano”; “al relativismo ético que permea el ambiente, que influye

en nuestro sentido del bien y del mal en el preciso momento en que

el progreso social y científico requieren una fuerte guía ética”.

El resultado de esta manera de pensar y de obrar el mundo, el

mundo enemigo de Dios, pues hay otro mundo, el mundo bello y

maravilloso creado por Dios, del que nos hablan los primeros

capítulos del Génesis, el resultado de la manera de pensar del

mundo enemigo de Dios, no puede ser más desastroso: “Una vez

alejados de la fe y de la práctica cristiana, la gente se entrega a

modas pasajeras o a creencias extrañas que son superficiales o

fanáticas”. Es curioso, pero es verdad, hay quienes tienen dificultad

en creer en Dios, en el Dios verdadero, y sin embargo con qué

facilidad creen en el espiritismo, en la astrología, en el horóscopo, o

en Walter Mercado and company.

San Juan, gran conocedor de Jesús, igualmente advertía a sus

discípulos de que se guardasen de los ídolos: “Hijos míos, guardaos

de los ídolos”, les escribe al final de su primera carta, (Jn. 5,21). Me

parece muy apropiado el consejo que da en la misma carta, que

es válido también para el hombre de hoy y para vosotros, queridos

graduandos: “no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los