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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Los dones del Espíritu Santo son la perfección y culminación de las

virtudes. En las virtudes, las facultades del hombre actúan a la luz

de la fe. En los dones es la acción del Espíritu Santo la que mueve

directamente las facultades del hombre. Si tomáramos como

referencia una barca, diríamos que en el caso de las virtudes la

barca se mueve gracias a los remos operados por el hombre. En el

caso de los dones es el viento del Espíritu Santo el que mueve las

velas que ponen en movimiento la barca.

Las Bienaventuranzas se consideran los frutos más exquisitos de los

dones del Espíritu Santo, la flor y la nata.

Me atrevería a decir que hemos leído hoy la página bella del

Evangelio, hasta el punto de que si tuviera que salvar una sola

página del Evangelio porque el resto se iba a destruir o

desaparecer, yo no dudaría en salvar esta página. Ella contiene la

quinta esencia del Evangelio, la máxima perfección a la que el ser

humano puede llegar. Los santos han caminado por la senda de las

Bienaventuranzas del Reino, a la Santidad. Si tuviera que dar un

título al Evangelio lo llamaría el Evangelio delas Bienaventuranzas.

Las bienaventuranzas son la meta que se nos propone como

cristianos: Vivir las Bienaventuranzas. No estaría de más que de vez

en cuando las repasemos y las recordemos. Siempre es bueno

tener ante sí la meta a la que aspiramos y nos dirigimos.

Mas conviene estar prevenidos de los peligros que acechan y

tratan de desviarnos del camino de las bienaventuranzas. Como

cuando uno va a emprender un viaje a un país o región que no

conoce, y se le previene que tenga cuidado con los rateros, que

no como ciertos alimentos, cuide del agua, etc.

Apunto de abandonar la Universidad se me ocurre recordaros,

particularmente a vosotros, graduandos, pero son válidas para

todos, las palabras que San Pablo escribió a los fieles de Roma, al

tiempo que les prevenía de los peligros que les aguardaban: “No os