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Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico

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Parecería que no llegaba el lejano amanecer de este día.

Finalmente, la esperanza ha dado paso al amor desbordante de

Cristo, que con la mirada fija en Juan Carlos, Jayson, Arnaldo y

Víctor René, les ha llamado para consagrarlos sacerdotes para

siempre.

Las campanas repican vibrantes en esta mañana de Adviento

anunciando el ya próximo nacimiento del Salvador, y la

ordenación sacerdotal de cuatro hijos de esta bendita tierra

puertorriqueña, a quienes se les confiará llevar la Buena Nueva a

todos los rincones de Borinquén.

Hermanos, estamos ante un acontecimiento histórico digno de

escribirse en los Anales de la historia de la Diócesis de Ponce.

Agradezco la presencia testimonial de todos y cada uno de los

presentes. Dios ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

Dios nos bendice en el día de hoy.

Desde lo más profundo del corazón invito a elevar la acción de

gracias a Dios, Uno y Trino, a quien es debido todo honor y gloria

por los siglos de los siglos.

Dentro de breves instantes, mis queridísimos Juan Carlos, Jayson,

Arnaldo y Víctor René, el Obispo os impondrá las manos. En el gesto

sacramental de la imposición de las manos por parte del Obispo,

en realidad, será el mismo Señor el que impondrá sus manos sobre

vosotros. Tomad conciencia de ese inolvidable momento.

El significado del gesto de la imposición de manos, a decir del

Papa Benedicto XVI, se lo expreso el mismo Jesús a los apóstoles:

No os llamo siervos, porque todo lo que he oído a mi Padre, os lo he

dado a conocer (Jn. 15,15). No os llamo ya siervos, sino amigos.

“En las palabras: “No os llamo siervos, sino amigos”, se puede intuir

ya la institución del sacerdocio, dice el Papa. El Señor les hace

amigos suyos; les confía todo, se confía a si mismo para que