Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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puedan hablar con su “yo”
in persona Christi capitis
. Qué gran
confianza la de Jesús. Verdaderamente se ha puesto en sus manos.
Los signos esenciales de la ordenación sacerdotal son en el fondo
manifestaciones de esas palabras: La imposición de las manos; la
entrega de la Sagrada Escritura; la entrega del cáliz con el que
transmite su misterio más profundo y personal. También el poder de
absolver, por el que les hace partícipes de su conciencia sobre la
miseria del pecado y la oscuridad del mundo y pone en sus manos
la llave para volver a abrir la puerta hacia la casa del Padre. Todo
esto encierran las palabras de Jesús: “No os llamo ya siervos, sino
amigos”. “Este es el significado profundo de ser sacerdote,
concluye el Papa: ser amigo de Jesucristo. Comprometerse con
esta amistad cada día. Amistad significa comunión de
pensamiento y de voluntad. Y esta comunión de pensamiento no
es algo simplemente intelectual sino es también comunión de
sentimientos y de voluntad, y por lo tanto, de acción”.
No os ya siervos, sino amigos. El corazón del sacerdote consiste en
ser amigo de Jesucristo. Sólo así puede hablar verdaderamente “in
persona Christi”. Ser sacerdote debiera significar ser amigo de Jesús
y, por consiguiente, ser hombre de oración.
Definitivamente, el centro es Cristo. “Es indispensable volver siempre
de nuevo a Jesucristo, la raíz de nuestro sacerdocio”, les decía el
Papa a un grupo de nuevos presbíteros ordenados por él. Hoy os lo
repito a vosotros, para que lo hagáis vida de vuestra vida: Es
indispensable volver siempre a Jesucristo.
Grande es la vocación a la que habéis sido llamados: conocer y
amar cada vez mas a Cristo e identificaros con Él, de modo que a
través de vosotros, sea Cristo mismo quien actúe, quien bautice,
quien perdone, quien bendiga, quien dé a comer y a beber su
cuerpo y su sangre. Lo que se dice del sacerdote
Alter Christus
es
una verdad que se hace realidad cuando el que ha sido ordenado
sacerdote, impregnado del conocimiento y amor a Cristo se
identifica plenamente con Él y se convierte en pastor, discípulo e
instrumento de Cristo Pastor y Sumo y Eterno Sacerdote.
El Sacerdote, se ordena para ser puente entre Dios y los hombres.
Para “Combinar, unir, dos realidades aparentemente tan
separadas, es decir, el mundo de Dios - lejano a nosotros, a
menudo desconocido para el hombre - y nuestro mundo humano.
La misión del sacerdocio es la de ser mediador, puente que une, y
así llevar el hombre a Dios, a su redención, a su luz verdadera, a su
vida verdadera”. (Benedicto XVI)