Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico
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Del tronco de Jesé, - es uno de los oráculos más bellos de todo el
Antiguo Testamento,- brotará un vástago, descendiente de David,
que traerá la justicia y la paz para su pueblo y sobre el que
reposará el espíritu del Señor.
Con estas palabras, eco de la espera del Antiguo Testamento y
adviento precristiano, Isaías profetiza la venida del Mesías, quien
"juzgará con justicia a los débiles, y sentenciará a los sencillos con
rectitud", pues "será la justicia el ceñidor de sus lomos, la fidelidad el
cinturón de sus caderas".
A un pueblo que vivía una situación dramática de peligro de
guerra, el profeta Isaías anuncia un futuro maravilloso, la era
mesiánica, en la cual todos los pueblos confluirán a Jerusalén para
adorar al único Dios, y en la que las armas se transformarán en
instrumentos pacíficos de trabajo y de vida.
En la liturgia del Adviento se escuchará, ya desde hoy, el oráculo
de Isaías, con el que he querido dar inicio, para anunciar, en
sintonía con el profeta, queridos hermanos y hermanas, la Buena
Nueva de la venida de Cristo al mundo: el sueño del profeta se
realiza en Jesús. Jesucristo es el vástago anunciado por el Profeta,
que viene a implantar la justicia y la paz.
El haberos congregado para la celebración de esta Eucaristía
tiene, principalmente, como fundamento, anunciar y proclamar el
año 2011, el Año de Jesucristo, en la Diócesis de Ponce, con
ocasión de la celebración de las Bodas de Oro sacerdotales de su
obispo y pastor, de este vuestro padre y hermano que os habla,
juntamente con las bodas sacerdotales de siete hermanos
sacerdotes muy queridos, dos: el P. Juan Javier Iñigo y el P. Miguel
Álvarez, las Bodas de Oro, y cinco: Monseñor Roberto García Blay, y
los Padres Raymond Rivera, Eliud Aponte, Terrv Tull, C.Ss.R. V Ángel
Cuadrado, O. deM., las Bodas de Plata.
Me ha parecido ser una circunstancia muy oportuna y propicia