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pontificia universidad católica de puerto rico

indagando dónde están nuestras esencias como seres

dedicados a la búsqueda de la Justicia a través del Derecho.

Pensé que esta noche era como si la Junta Editora entrante

tocara a mi puerta y me preguntara ¿qué tiene que decirnos

a nosotros? Pensé entonces en viajar junto a ellos, a saludar

a mis maestros y ver qué pensamientos y vivencias les

podía comunicar. Los seres humanos crecemos sobre los

pensamientos, vivencias y valores de la generaciones que

nos precedieron, pues parte de ser joven es saber aprender

del pasado sin que se derritan alas o se disminuyan

creaciones nuevas.

Salí junto a ellos y tocamos la puerta de Hostos. Allí,

el viejo emigrante de América, nos dijo que no olvidáramos

que la justicia y el Derecho no brillan en la conciencia

que no lucha. Nos recordó que existen deberes primarios

y secundarios y que la clasificación de los mismos en la

conducta humana es vital para una vida civilizada en la que

la fuerza no impere sobre la razón. Allí le recordaremos del

diálogo con sus estudiantes donde él se resistía a escribir

sus lecciones, pues entendía que lo que hacía falta era vivir

la moral y no escribirla. Los estudiantes tenían razón,

admitió el viejo maestro, pues la palabra escrita permanece

y crece a través del tiempo; la vertida, si no se escribe, se

tergiversa y a veces se pierde.

1

1 EUGENIO MARÍA DE HOSTOS, MORAL SOCIAL 143

et seq.

(1982).

Un día se levantaron alarmados mis discípulos. Vinieron a mí, y me dijeron:

- Maestro urge publicar la Moral.

- Y ¿por qué urge?

- Porque los enemigos de nuestras doctrinas van a todas partes predicando que

son doctrinas inmorales.

- Mal predica quien mal vive, y mal vive quien mal piensa y quien mal dice.

- Sí; pero no es tiempo de responder con comparaciones sino con pruebas.

- Bien predica quien bien vive.

- Pero no se trata de las pruebas de conciencia, que siempre son ineficaces para

los malignos.

- No. Se trata de pruebas contundentes. -Pero eso es inmoral; la moral no

contunde.

- Pero hunde y debe hundir a los que calumnian las buenas intenciones.