la piedad y el temor de Dios.
Otra cosa es si estas cualidades son operantes en un
cristianismo desvaído como el que se vive cotidianamente en
el común de los humanos de hoy. Si en el plano netamente
ético o natural hay hoy una pobreza moral deprimente
también en el orden de la religiosidad hay un estado
semejante. El mundo está bajo en moralidad y en religiosidad.
Sin embargo, tampoco creo que estemos en el peor periodo de
la historia como algunos dicen.
El
sapere aude
, atrévete a saber, que inspiró Manuel Kant, es
un principio de confianza y credibilidad en el saber y la
cultura, como si el género humano hubiera llegado a la
mayoría de edad al descubrir su autonomía y libertad. Eso es
lo que parece haber llegado a su fin. La racionalidad
tecnocientífica y el producto creado desborda la capacidad del
mismo hombre que la desarrolló. El hombre no es capaz de
controlar la fuerza destructiva de sus logros. Europa en
llamas dos veces y las cenizas de sus hijos esparciéndose
desde las estepas rusas hasta el mediterráneo, desmienten la
madurez de su cultura. Como decía José Luis Aranguren
estamos viviendo un tiempo menesteroso.
Después de la
segunda guerra, más fácil se reconstruyó la economía europea
que el talante moral y religioso de su gente.
El caso de Teresa de Calcuta es un ejemplo que conmovió al
mundo como si fuera un rayo de luz que emanara del mismo
Dios. Los dones del Espíritu que proclama su religión los
encarnó y fructificó llevándolos a su máxima luminosidad.
Esto no ocurre en el común de la gente, ni en los creyentes,
porque estos son los dones olvidados y como tales nadie los
cultiva en su espíritu. Están secos como unas semillas
plantadas en el desierto.